Elecciones legislativas británicas
Cameron busca el apoyo de Clegg para formar el nuevo gobierno
Conservadores y liberales ya negocian la formación de un gobierno de coalición, ante la atenta mirada del todavía primer ministro laborista Gordon Brown, quien manifestó que «respeta» el derecho de los liberales de Nick Clegg a negociar con los conservadores pero que si este diálogo no llegara a buen puerto, él mismo iniciaría contactos con los liberales.
Soledad GALIANA | DUBLÍN
Los contactos entre los conservadores británicos, vencedores en las elecciones legislativas, y los liberal-demócratas, tercera fuerza pero clave en la formación del gobierno, comenzaron oficialmente ayer, según informó la BBC. Los líderes de ambas formaciones, David Cameron y Nick Clegg, tenían previsto reunirse por la noche después de un primer contacto telefónico que mantuvieron durante la tarde, aunque el laborista Gordon Brown no se dio por vencido.
Pero si hubiera que escoger una palabra para definir los resultados electorales sería decepción. La esperada decepción para los laboristas, que pierden 94 escaños, quedándose con 258, y que después de trece años en el Gobierno podrían verse relegados a la oposición.
Decepción para los liberales, cuyas esperanzas de que el empuje de Clegg se tradujera en más escaños en la Cámara de los Comunes se disipó, ya que el incremento del voto en un punto les ha supuesto la pérdida de cinco de los 62 que tenían.
Y decepción también para los conservadores que, pese a ser el partido mayoritario en la Cámara Baja con 306 escaños y un 3,8% más de votos, se encuentran con la disyuntiva de tener que negociar apoyos para formar gobierno.
Y a todo ello hay que sumar la decepción para los votantes que se quedaron a las puertas de los colegios electorales y no pudieron depositar su voto.
Los resultados han demostrado que lo vivido durante la campaña electoral y las predicciones de las encuestas distan sobremanera de la realidad política. Se ha visto claramente que la sociedad británica quería cambio, pero no sólo limitado a la composición del Parlamento sino también a aspectos más profundos de la estructura política británica, ya que ha dado la espalda al tradicional bipartidismo laborista/conservador a favor de una mayor presencia de otros partidos, en este caso el liberal demócrata.
Pero si en algo estuvieron de acuerdo los líderes políticos ayer es en la necesidad de alcanzar un acuerdo lo antes posible para así garantizar la estabilidad necesaria de cara a afrontar la crisis económica mundial, aunque la dificultad para conformar el Parlamento podría retrasar la formación del gobierno hasta el 25 de mayo, día en el que la reina de Inglaterra se dirigirá a la Cámara de los Comunes, ya que es la única que puede instar a un líder político a formar el Ejecutivo y, por lo tanto, a convertirse en primer ministro.
En caso de que durante las negociaciones postelectorales no se alcance un acuerdo para gobernar el coalición o en minoría con apoyo parlamentario de otros grupos minoritarios, Brown permanecería en su puesto como primer ministro hasta que se produzca un acuerdo parlamentario para la formación del nuevo ejecutivo. Por el momento, la oficina de la reina Isabel II quiere mantenerse al margen del proceso político, mientras Brown, Cameron y Clegg dirimen sobre quién será el próximo inquilino del 10 Downing Street.
Precisamente es ese cambio del sistema político, y sobre todo del sistema electoral, la cuestión sobre la que los conservadores deberán variar su postura -claramente opuesta a aceptar una representación proporcional-, para alcanzar un acuerdo con los liberales.
Sin embargo, su propuesta de crear una comisión parlamentaria que analice esta cuestión se queda corta si se compara con la que Brown puso ayer sobre la mesa: un referendo en el que los votantes británicos decidan sobre los diferentes modelos electorales a aplicar en el futuro. Éste es un tema de suma impor- tancia para Clegg, quien una vez más ha visto cómo los liberales han sufrido una reducción de su presencia parlamentaria a pesar de haber incrementar su apoyo en número de votos. Precisamente ayer Clegg volvió a exigir una reforma del sistema electoral que considera agotado y cree que no refleja las esperanzas y aspiraciones de los británicos.
El líder conservador, David Cameron, el último de los tres líderes políticos en presentarse ante los medios tras la jornada electoral, resaltó el significado de la victoria de su partido, con «dos millones más votos que los laboristas, (...) mayor porcentaje de votos que los que le dieron la victoria a los laboristas en las últimas elecciones».
Gobierno estable
Sin embargo, el líder tory aceptó que al no alcanzar la mayoría suficiente como para formar gobierno se verá obligado a negociar con los partidos minoritarios presentes en la Cámara , a pesar de que durante la campaña electoral había reiterado su intención de gobernar en solitario en el escenario de minorías que apuntaban las encuestas. Alegó que su visión de Gran Bretaña se basa en la creación de «un gobierno estable sobre unas bases seguras», y se refirió a cuestiones tales como la presencia británica en Afganistán y la crisis económica como las claves que exigen «un gobierno que tenga presencia internacional (...), que facilite la recuperación económica».
Cameron reconoció que «los británicos votaron por el cambio, pero también por una nueva visión política» y apuntó la necesidad de «mostrar liderazgo y resolver este tema por el bien del país». Durante su alocución, el líder conservador citó la posibilidad de que su partido cuente con las bases necesarias para formar gobierno, como «asegurar a los partidos minoritarios avances en áreas específicas de legislación», pero definió su preferencia por un gabinete de coalición: «Quiero ofrecer a los liberales demócratas una oferta para trabajar juntos».
Cameron es consciente de la necesidad de un diálogo con los liberales por lo ajustado de su victoria, pero también por el perfil geográfico de ésta. Los tories han arrasado en Inglaterra, pero en el mapa británico su presencia es limitada o inexistente en Gales (ocho diputados, cinco más que en el 2005), Escocia (donde mantienen uno) y el norte de Irlanda.
La dificultad para una posible coalición conservadora-liberal se encuentra en claros desacuerdos en cuestiones políticas clave. Cameron advirtió de que el acercamiento es posible, pero siendo el partido mayoritario en el Parlamento, «es razonable esperar que nuestras promesas electorales se cumplan».
Por ejemplo, Cameron dijo no estar dispuesto a comprometer el programa conservador de euroescepticismo y desarrollo de armamento nuclear frente a los deseos liberales de apertura a la UE y el desarme, o la inmigración, donde los conservadores abogan por un sistema de cuotas frente al programa de racionalización y descentralización de la recepción de inmigrantes de los liberales.
Situación fluida
Pese a la decepción expresada, el líder liberal-demócrata, Nick Clegg -que compareció ante los medios en las oficinas centrales de su partido, en Westminster-, puede mostrarse satisfecho por el papel que sus diputados ejercerán en la formación del nuevo ejecutivo, y porque los votantes hayan optado por un Parlamento «ahorcado», en el que nadie cuenta con la mayoría y que permitirá, según señaló, una situación política «fluida».
Aunque reafirmó la posición mantenida por su partido durante los comicios de que aquel partido que consiguiera más de escaños tenía el derecho a formar el Ejecutivo, también apuntó que «ahora es el Partido Conservador el que debe probarse capaz de formar gobierno».
La negociación con Clegg se augura complicada, ya que el líder liberal advirtió de que se guiará «por los principios» de su partido: «Justicia social, creación de estabilidad y crecimiento económico en tiempos de creciente incertidumbre... y un cambio real en la manera en la que hacemos política». Los diputados y lores liberal demócratas se reunirán en privado hoy para comenzar a considerar sus preferencias en una posible coalición o apoyo parlamentario a conservadores o liberales.
Los nacionalistas escoceses, que mantienen sus seis diputados, confirmaron que sólo apoyarán a los laboristas para formar un Gobierno de minoría, y que no ven posible lograr un acuerdo con los conservadores.
Los nacionalistas galeses no descartan negociar su apoyo a un Gobierno en minoría tanto con laboristas como con «tories», pero creen imposible un acuerdo de coalición con el partido de Cameron.
El efecto Nick Clegg, la gran estrella de la campaña electoral btiránica tras su participación en los debates a tres bandas televisados, pinchó el jueves en las urnas, lo que no impide, no obstante, que la formación que lidera, el Partido Liberal Demócrata, tenga la llave de cara a la formación del próximo gobierno de Londres, al tener ante sí dos opciones atractivas pero que conllevan un alto riesgo político.
Los sondeos que auguraban un empate en número de votos entre laboristas y liberal-demócratas han resultado ser un puro espejismo. El partido de Clegg no sólo ha quedado relegado, a una importante distancia del Partido Laborista de Gordon Brown, a la tercera posición -algunas encuestas le habían aupado hace unas semanas al segundo puesto, por delante de los laboristas-, sino que ha perdido algún escaño en Westminster respecto a la legislatura anterior.
Tras conocerse los resultados oficiales, y todavía recuperándose de su decepción en las urnas, Clegg insistió en que el sistema electoral británico «está quebrado» y en que requiere una «reforma auténtica».
Pero su pinchazo electoral le resta fuerza para imponer esa reforma a cambio de su apoyo a un partido como el Conservador -el que Clegg cree que debe formar Gobierno al haber obtenido el mayor número de votos y de escaños en el Parlamento-, que ya ha dicho que la rechaza de plano.
Los liberal-demócratas confiaban, en efecto, en lograr, con ayuda de los jóvenes y los desencantados de los trece años de laborismo en el poder un fuerte caudal de votos que se tradujera en los suficientes escaños como para dictar sus condiciones.
No ha sido, sin embargo, así. En la última parte de la campaña electoral, laboristas y «tories», con el apoyo de buena parte de los medios de comunicación, sobre todo los más derechistas, intentaron amedrentar al electorado con los supuestos peligros de un Parlamento inestable.
Y los liberales se han visto estrujados por unos y otros, sin que la curiosidad y el interés que despertó el telegénico Nick Clegg, un político hasta ahora prácticamente desconocido, con su brillante actuación en el primer debate televisado sirviese de gran cosa.
Ha quedado claro que su defensa pública de la amnistía para cerca de un millón de inmigrantes en situación irregular no le hizo precisamente popular en un país en donde se escuchan cada vez más voces no sólo contra los «sin papeles» extracomunitarios, sino incluso contra la «invasión» de inmigrantes en situación irregular de los países del este de Europa.
Tampoco ha debido favorecerle el europeísmo de su partido en un país mayoritariamente «eurófobo» ni sus pasadas declaraciones a favor de la moneda común cuando en que los británicos veían en sus televisores arder un país de la zona euro.
EFE
El ultraderechista y xenófobo Partido Nacional Británico (BNP), del eurodiputado Nick Griffin, ha sufrido un rotundo fracaso en las elecciones británicas, al no haber conseguido ganar ni un solo escaño pese a haber presentado a más de trescientos candidatos.
Tras un año de mayor exposición mediática por la presencia de Griffin y su correligionario Andrew Borns en el Parlamento Europeo, el BNP sólo ha logrado aumentar sus votos un 1,8%, hasta poco más de un millón de votantes.
Griffin, de 51 años, que se presentaba por la circunscripción de Barking (este de Londres), fue derrotado ampliamente por la laborista Margaret Hodge, quien le espetó, tras conocerse el resultado: «Haga sus maletas y váyase».
La ONG antifascista Unite Agains Fascism afirmó, por su parte, que «los votos conseguidos por BNP han sido ridículos» y agregó que «con su exposición a los medios se ha revelado lo que es ese partido».
La participación de Griffin, en octubre, en un debate de la BBC junto a destacados políticos de otros partidos, suscitó fuertes protestas contra la emisora pública, que defendió el derecho de ese partido a expresar sus puntos de vista.
Claramente envalentonado, y sin ser consciente de sus fuerzas reales, Griffin envió antes de las elecciones un correo electrónico a sus correligionarios anunciándoles que éstas serían las últimas a las que se presentaría el BNP «como un partido pequeño».
A la clara derrota de Griffin ha podido contribuir tanto la aversión tradicional de los británicos a los extremismos como las propuestas para limitar la inmigración de laboristas y conservadores.
EFE
Sinn Féin se confirma como el partido más votado en el norte de Irlanda, con un incremento de voto de 1,2% con respecto a 2005, y conserva los cinco escaños en el Parlamento de Londres, después de que se confirmara la reelección de Michelle Gildernew en el distrito de Fermanagh-South Tyrone, donde consiguió superar a un candidato unionista apoyado por DUP y UUP por tan sólo cuatro votos y después de tres recuentos.
La sorpresa del día fue el castigo del electorado al primer ministro unionista y líder del DUP, Peter Robinson, que ha perdido su escaño y que muchos interpretan como una expresión de rechazo por parte de la comunidad unionista a sus problemas personales y acusaciones de corrupción. Naomi Long, del Partido de la Alianza, se impuso a él en su propio terreno y ahora será la primera diputada en la historia de este partido en el Parlamento de Londres. La formación política de Robinson mantuvo, no obstante, el resto de sus ocho escaños, y la amenaza del TUV es ahora más ficticia que real.
Por otra parte, los unionistas de UUP, que esperaban recuperarse con su alianza electoral con los conservadores, no sólo han perdido el único escaño que poseían en North Down, sino que su voto ha disminuido en un 2,6%. Sin embargo, la que fuera única representante del partido en la Cámara de los Comunes, Sylvia Hermon -que abandonó el partido por la alianza con los «tories» británicos- ha sido reelegida como independiente en el mismo distrito electoral.
S.G.