Iñaki Lekuona Periodista
Milesker, fanáticos
En sesión del 16 del mes pradial del año II de la República, una e indivisible», el abad Grégoire, un cura francófono originario de la Lorena que se unió a los revolucionarios, presentó un informe «sobre la necesidad y los medios para destruir los patois y para universalizar el uso de la lengua francesa». Aquel 4 de junio de 1794, los diputados franceses decidieron aplicarse en la exterminación de estas lenguas que despectivamente trataban como dialectos del francés y que llamaban patois, como si se hablara con las patas.
Existían en aquel entonces, según el informe Grégoire, «una treintena» de idiomas diferentes del francés, «la lengua de la libertad». Dos siglos y pico después no puede decirse que no se esforzaran. Entre las lenguas que a duras penas han podido resistir la operación devastadora de la escuela republicana se encuentra el euskara, esa lengua hablada por «los vascos, pueblo dulce y bravo», que por influjo de su idioma es «propenso al fanatismo». Dos siglos y pico después no faltan quienes siguen pensando, como el abad Grégoire, que los vascoparlantes son unos fanáticos y que las ikastolas son escuelas que promueven el fanatismo. Piensan esto quienes a sí mismos se consideran ponderados, equilibrados, ecuánimes, tolerantes. Hablan de imposición del euskara quienes defienden el uso de idiomas impuestos. Hablan de libertad quienes pisotean la ajena.
Ayer, un año más, se sintieron miles de pisadas, pero no de gente que pretende pisotear otras lenguas, sino de un pueblo que quiere avanzar con la suya, con dulzura y bravura, muy a pesar de los que, como el abad Grégoire, desearían amarga y cobardemente que se extinguiera. Milesker, fanáticos.