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Vacaciones anticipadas tras una temporada frustrante

Ahogados a pocos metros de la orilla

La reacción que el conjunto babazorro ha tenido en las últimas jornadas, con el «efecto Ocenda», quedó en agua de borrajas. El Pontevedra controló el partido a su antojo y certificó el pase al play-off. El futuro se presenta muy incierto para el Alavés.

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ALAVES 0

PONTEVEDRA 1

Koldo AKORDARREMENTERIA

No hay historia más triste que la del náufrago que se ahoga en la orilla. Aquel que, tras varios días de nado, se hunde irremediablemente en el momento en que ve la impermeable costa que tantas noches lleva soñando. Eso le sucedió al Alavés, que a pesar de la ilusión colectiva generada con las últimas victorias, sucumbió ante un rival directo que manejó el partido a su antojo.

El aspecto de Mendizorrotza volvía a ser el de las viejas tardes de gloria que hicieron grande a este club. Las gradas mostraban un gran aspecto media hora antes del encuentro, y el paseo de Cervantes volvía a ser aquel hervidero de paseantes que hacían de su recorrido a Mendi una sagrada costumbre quincenal. 16.826 personas se unieron para llevar en volandas al conjunto babazorro¯más que algunos campos de Primera¯ Lamentablemente, el Alavés guardó su peor imagen para el día más importante del año.

La lógica presión con la que los dos equipos afrontaron el partido tuvo como consecuencia un inicio de partido tosco. Sin embargo, nadie se había asentado en el terreno de juego cuando llegó el primer, único y definitivo mazazo de la tarde. Pasaba un cuarto de hora cuando, en la primera aproximación a la portería local, Iban Espadas remató a las mallas un córner botado desde el lado derecho del conjunto albiazul. Un balón que, todo hay que decir, Montero se comió con patatas.

El golpe fue letal para el ánimo de un Alavés que se veía ya de vacaciones para mitad de mayo. Los babazorros no lograban reponerse del mazazo, y los gallegos se adjudicaron el balón para llevar el control total del partido. A la media hora las libretas de los redactores presentaban como única ocasión del Alavés un remate de cabeza de Diego Segura que se fue a varios metros de la meta gallega. Ahí es nada.

El partido discurría por la estrecha senda que los gallegos habían preparado a los gasteiztarras. El dominio del esférico seguía estando en manos del Pontevedra, y las ocasiones ¯aunque no claras¯ seguían cayendo del lado visitante. Sin embargo, los designios divinos son caprichosos, y como las malas noticias nunca vienen solas, llegó la lesión de Igor Martínez. El joven delantero gasteiztarra se golpeó con virulencia contra la base de cemento de las vallas publicitarias, y hubo que suturarle cuatro puntos en su rodilla derecha.

El alivio se instauró en las gradas cuando se llegó al descanso, y es que la sensación de que la escabechina pudo ser mayor era notoria. Sin embargo, nadie en Mendi perdía la esperanza. Las gradas emanaban todos sus ánimos, pero de nuevo las primeras ocasiones fueron del lado pontevedrés ¯mención especial a una falta lanzada por Santi Amaro que Montero salvó bajo los palos, rectificado incluido¯. El despropósito futbolístico que alimentaba el Alavés iba «in crescendo» por momentos, y se volvía complicado encontrar jugadas por parte de los babazorros con más de tres pases ¯buenos¯ seguidos.

Sin clara reacción

La entrada en el campo de Arriaga dio clarividencia a la desorientada zona ofensiva del Alavés. Pero tampoco fue para lanzar cohetes. Bouzas tuvo la ocasión más clara de la segunda mitad, cuando agarró en el borde del área un rechace que mandó por poco fuera.

El Pontevedra no quería saber nada del juego, y se dedicó a calentar el partido, con pérdidas de tiempo exageradas, y broncas con los jugadores albiazules. El bloqueo mental del Alavés seguía siendo monumental, y ya en el minuto 88 llegó el primer tiro entre los palos de los jugadores alavesistas: una falta perfectamente ejecutada por un Óscar Rico que sacó Quintana desde abajo. El Alavés se volcó sobre la puerta rival, y Castells ejercía de «9» para aprovechar cualquier ocasión que se pudiera prestar. Pero la sensación de que ya era tarde era un clamor.

Los trabajos de última hora nunca salen bien y el pitido final fue la guillotina que descabezó por completo las opciones de un Alavés que pone punto final a una de las temporadas más irregulares de su vida. Así, y sin más dilación llegan las vacaciones anticipadas para un proyecto sobre el que habrá que hacer mucho trabajo de chapa y pintura, y otro tanto de cirugía.

¿Y ahora, qué libro de ruta seguir?

Iñaki Ocenda se mostró disgustado ante los medios: «Sabíamos que a un partido existía esa posibilidad. El gol nos ha hecho mucho daño. Ha sido clave». Y ¿a partir de ahora? «El miércoles nos juntaremos y se verá», dijo.

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