Que las denuncias no «se pudran» en un cajón
El de Ombudsman, Defensor del Pueblo o Ararteko es, en principio, un cargo público que concita respeto en todo el mundo. Se supone que quienes lo ostentan son personas independientes que durante su carrera han destacado, además de por su capacitación intelectual y profesional, por la defensa de los derechos humanos. Por eso es probable que cuando al vicepresidente del Subcomité para la Prevención de la Tortura de las Naciones Unidas, Mario Coriolano, le indicasen que su anfitrión en Madrid sería el mismísimo Defensor del Pueblo, este jurista reconocido por haber puesto coto a la tortura y al «gobierno de la mano dura» en Buenos Aires se sintiese halagado y tranquilo. Eso demostraría, en principio, el compromiso de los mandatarios españoles con la prevención de la tortura. Algo que, vistos los informes de los predecesores y superiores de Coriolano, parecería un cambio de postura novedoso y positivo por parte del Gobierno español.
Sin embargo, es de imaginar que un profesional como Coriolano pronto se informaría de quién es el Defensor del Pueblo español. Se sorprendería de saber que Enrique Múgica Herzog fue ministro de Justicia con el PSOE entre 1988 y 1991. Sus informes le indicarán que en esa época hubo gran cantidad de denuncias por torturas y que, sin embargo, no parece que el ministerio comandado entonces por Múgica hiciese esfuerzo alguno por investigarlas. También quizá le sorprenda saber que a Múgica lo nombró como Defensor el Gobierno de José María Aznar.
Múgica es conocido entre los vascos sobre todo por haber sido el impulsor de la política de dispersión de los presos políticos vascos y por ser hermano de Fernando Múgica, muerto en un atentado de ETA. Muchas personas también le recordarán por haber pedido que los presos políticos «se pudran en la cárcel». Palabras que, vistos sus actos, son un pilar de sus creencias. En realidad, su cargo se asemeja más al de un Defensor del Estado que del pueblo, lo que le coloca más en el lado de los policías que él debería vigilar que de los detenidos y potencialmente torturados.