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Oihana Llorente Periodista

Memoria selectiva

Un pequeño paseo por las calles y plazas de nuestras ciudades y un breve repaso por los libros de texto es suficiente para comprobar que el legado de las mujeres es minúsculo. Se podría pensar que este vacío se debe a que solamente pasan a la historia los hechos considerados relevantes y que en su mayoría son protagonizados por los dirigentes y no por los componentes del pueblo llano. De este modo, casi casual, podría explicarse la invisibilización de la mitad de la población. Sin embargo, no es un argumento válido, ya que existen mujeres que han traspasado las férreas fronteras de la historia o que han omitido su identidad para que sus contribuciones sí lo hicieran.

Las sorginas fueron mujeres que bien podían haber sido reconocidas por nuestra historia como las primeras matronas, enfermeras e incluso médicas, ya que su delito fue transmitir de generación en generación la sabiduría ancestral de las artes de la medicina natural. Pero no, en vez de ello fueron perseguidas, torturadas e incluso quemadas en las hogueras por herejes.

Filosofía, ciencia, medicina, arte... son ámbitos en los que la historia oficial tampoco otorga hueco alguno a las mujeres, al despreciar sus descubrimientos o ser éstos usurpados por hombres.

A día de hoy, en cambio, parece estar de moda resarcir y compensar a todas aquellas mujeres que han desaparecido con el paso de los años. Universidades e instituciones buscan sanar las heridas abiertas por un pasado injusto. Labor importante y merecedora de reconocimiento, pero inútil al mismo tiempo si no se transforman las condiciones que llevaron -y nos llevan aún- a las mujeres a permanecer olvidadas en la sombra.

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