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Victoria Mendoza Psicoterapeuta

Sentimientos migratorios

Debemos seguir avanzando en el trabajo transcultural de nuestras emociones y sentimientos migratorios para no quedarnos en el momento de sentir que «ya no somos de aquí ni de allá», y avanzar a ese otro momento de decir «soy de aquí y de allá»

En el mundo de la Psicoterapia Humanista, trabajando profesionalmente con personas y colectivos de diferentes culturas, he podido conocer amplia y profundamente las diferentes formas de cómo expresamos, manifestamos y reprimimos nuestras emociones y sentimientos según la cultura de la que venimos.

Las migraciones pasamos por todo un proceso muy complejo en tiempo y contenido, en espacio y formas, desde que afloran nuestros primeros sueños de conocer otras culturas, ya sea por instinto aventurero o, sobre todo, por buscar mejor calidad de vida o huir de guerras, miseria e inseguridad ciudadana, y quienes también perseguimos sueños universitarios de hacer maestrías y doctorados en universidades extranjeras, concretamente europeas.

Este es sólo el principio del proceso migratorio, porque a partir de ahí viene toda la odisea, comenzando con el «duelo» por la «pérdida», ya que perdemos familia, amigos, trabajo, clima, idioma, gastronomía, formas de ser, estatus social, costumbres, entre tantas otras cosas; luego tenemos el «choque cultural», y si esto va acompañado de racismo, clasismo, leyes migratorias injustas, prejuicios, estereotipos y cosas por el estilo, en muchas ocasiones suelen aparecer distintos trastornos y secuelas psicológicas, porque la soledad y la lejanía de los tuyos en momentos difíciles hacen aflorar la tristeza, la desesperación, la ansiedad y otras secuelas que pueden llegar a cronificarse si no se les da un apoyo profesional adecuado. Una mujer maltratada necesita como mínimo seis meses de terapia intensiva para comenzar a trabajar sus trastornos psicológicos, un migrante maltratado social y judicialmente necesita no seis meses, sino en ocasiones hasta seis años para trabajarse: «duelo», «choque cultural», «racismo», etc. Por eso muchas veces se puede quedar en la etapa de creer, sentir y decir: «en mi país esto es mejor, la escuela, la gente, la sociedad, el clima, la comida...», y debemos avanzar de esta etapa a otra más sana que permita ver todo lo bueno que tiene esta nueva sociedad de residencia, otro momento emocional que le permita, sin perder su raíz ni su origen, ni mucho menos el amor a su propia cultura, aprender a valorar, querer y respetar su nueva cultura. Ésta es la verdadera riqueza cultural.

Mi conclusión vivencial y profesional es que debemos seguir avanzando en el trabajo transcultural de nuestras emociones y sentimientos migratorios para no quedarnos en el momento de sentir que «ya no somos de aquí ni de allá», y avanzar a ese otro momento de decir «soy de aquí y de allá» y poder sentir el mismo cariño y respeto por ambos países. Si logramos avanzar de esta manera podremos interesarnos e implicarnos en todos los problemas y sus posibles soluciones de manera directa y positiva, por lo que desde esta actitud quiero dar todo mi apoyo y respaldo a cada uno de los procesados en el juicio contra Udalbiltza, y con ello mi compromiso para dar a conocer en mi país esta serie de injusticias cometidas contra de todo lo que Udalbiltza supone y representa para los vascos y vascas.

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