Virgilio no se cortó un pelo al señalar que los griegos no eran `de fiar'. En «La Eneida» (II, 49), Laocoonte exclama: «Timeo danaos et dona ferentes» («Desconfío de los griegos cuando ofrecen regalos»). El obsequio de marras era el caballo abandonado en la playa. Los troyanos llevaron el equino al interior de la ciudadela y... ya sabemos lo que pasó después.

El humor es un elemento socializante que puede contribuir a neutralizar los arquetipos, atenuando el miedo al «Otro» y desdramatizando determinadas situaciones, gracias a la distancia adoptada. La risa es un mecanismo que nos permite comprender la diversidad, ya que el humor nos permite ampliar nuestra mirada, enriqueciendo nuestra forma de representar el mundo y su diversidad. La caricatura facilita la aproximación a la interculturalidad. A través de la risa y del humor, somos capaces de crear un universo más seguro y reconfortante, debido a la apertura y relativización de los hechos. Reírse de una misma y reírse con alguien es celebrar un reencuentro, crear un espacio común y un tiempo compartido en el cual nos liberamos y nos reconfortamos mutuamente.

El humor es transgresión, catarsis. «I amb el somriure, la revolta», cantaba LLuis Llach.

No me hizo ni puñetera gracia Georges W. Bush, cuando dijo: «Pienso que los seres humanos y los peces pueden coexistir pacíficamente». Al parecer, los peces no formaban parte del eje del mal. Tampoco me hizo gracia la invectiva final del sketch sobre el burqa, emitido en ese programa que recomienda fervientemente el inquilino de Ajuria Enea. «Vaya semanita respeta el islam. Por favor, no nos maten. Gracias». Otra flor para las mujeres de Kabul.