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Xabier Makazaga Miembro de Torturaren Aurkako Taldea

Torturas: el timo de las grabaciones

 

Tras más de cinco años sin que nadie denunciara haber sufrido torturas por parte de la Ertzaintza durante detenciones relacionadas con el conflicto político, en marzo del 2009 dicho cuerpo policial volvió a las andadas. Desde entonces, los casos de torturas se han multiplicado (este año ya van por la docena), y en cada ocasión se ha pedido una y otra vez que muestren las grabaciones efectuadas recibiendo siempre la callada por respuesta.

Ese sepulcral silencio es el principal muro de contención de los torturadores ante las denuncias. No sólo en el caso de las grabaciones sino en todo lo que se refiere a los malos tratos y torturas. Un muro de silencio por desgracia muy eficaz y bien difícil de resquebrajar, puesto que cuenta con la absoluta complicidad de los grandes medios de comunicación.

Muy pocas veces se quiebra ese silencio cómplice, tan sólo cuando los casos son de verdadero escándalo, y entonces sacan a relucir el negacionismo puro y duro. Los casos de los detenidos de «Egunkaria», que fueron los primeros en que utilizaron públicamente la excusa del supuesto manual para denunciar falsas torturas, y el de Portu y Sarasola, en el que volvieron a tirar de manual, son dos buenas muestras de ello.

En lo que respecta a las grabaciones, hasta ahora les ha bastado con el muro de silencio, pero saben que tarde o temprano se verán obligados a utilizar también el negacionismo en ese tema, y por eso estoy seguro de que se estarán cuidando muy mucho de preparar bien el terreno para ello.

Por ejemplo, en el caso de la Ertzaintza, doy por descontado que graban lo que les conviene; esto es, los interrogatorios legales, con abogado de oficio. No así el resto, en los que se producen los malos tratos y torturas. Lo tienen muy fácil, pues no existen unas garantías mínimas que incluyan la grabación de todo el periodo de detención y un control independiente de dichas grabaciones.

En efecto, las cámaras instaladas en los pasillos de las dependencias policiales de la Ertzaintza no graban de forma continua, sin interrupciones, sino tan sólo cuando captan algún movimiento. Y dado que son los propios ertzainas quienes controlan las grabaciones, ese sistema se presta a muy fácil manipulación: resulta muy sencillo esconder salidas y entradas de la celda, por lo que no se podrían demostrar los interrogatorios ilegales. A los agentes les bastará con afirmar que en ese periodo de tiempo el detenido se encontraba en la celda. También es bien fácil ocultar lo que verdaderamente sucede en dicha celda.

Por eso, las grabaciones están siendo un auténtico timo. Porque se realizan sin las mínimas garantías y además los abogados no pueden tener un acceso posterior a las cintas, tal y como pide, por ejemplo, el Relator de la ONU para la Tortura, y solicitó también una iniciativa legislativa aprobada el 16 de noviembre de 2007 por el Parlamento de Gasteiz.

Está claro que no tienen intención alguna de que esa medida preventiva sea mínimamente eficaz, muy al contrario, y ante ello, aparte de denunciarlo con dureza, hay que repetir que mientras sigan incomunicando seguirán torturando con toda impunidad. Y redoblar nuestros esfuerzos para desmontar el muro de silencio y el negacionismo hipócrita, poniendo especial énfasis en socializar, entre las numerosas evidencias que muestran la verdadera realidad de la tortura, las más contundentes y sencillas de explicar.

En el caso de la Ertzaintza, por ejemplo, el llamativo contraste de que, según un estudio publicado en marzo del 2009 por la Dirección de Derechos Humanos del Departamento de Justicia del Gobierno Vasco, del año 2000 al 2003, fueran 112 las personas que denunciaron haber sufrido malos tratos y torturas por parte de dicho cuerpo policial, tras ser detenidas por motivos relacionados con el conflicto político, mientras que absolutamente ninguna lo hizo en los cinco años posteriores, del 2004 al 2008. ¿Cómo explicar cinco largos años sin denuncias si, tal y como afirman, éstas obedecen a un manual?

Otro contraste más que llamativo es que dos de cada tres personas detenidas en el Estado español en el contexto de la «lucha contra el terrorismo de ETA» de que habla el Ministerio del Interior denuncian malos tratos o torturas, mientras que en el francés brillan por su ausencia las denuncias del mismo tipo de detenidos, que son muy numerosos.

Es también especialmente significativa la enorme cantidad de autoinculpaciones y detalladísimas «confesiones» de militantes vascos que se producen en dependencias policiales españolas, mientras que no sucede en absoluto nada similar con el mismo tipo de personas en las francesas. Si en Francia «se niegan a declarar», tal y como remarcan los media españoles, ¿cómo consiguen en España semejantes declaraciones «con pelos y señales»?

Los negacionistas de la tortura no disponen, ni por asomo, de argumento alguno para tratar de explicar el enorme contraste entre lo que sucede en ambos estados, y además dicho contraste es muy sencillo de socializar. Así, los pondremos de una vez por todas en su infame lugar, repitiéndoles sin cesar su carácter negacionista y que algún día tendrán que rendir cuentas por esa innegable complicidad con los torturadores ante una comisión de la verdad más necesaria que nunca.

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