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Gari Mujika Kazetaria

Juego de niños

Sobre niños no sé mucho; sé que en su día fui uno de ellos y que, según pasan los años, sigo cultivando mi particular Peter Pan, pero me jugaría el cuello a que los políticos, gobernantes y gerifaltes de turno no tendrían tan fácil engañarnos si tuvieran que dar respuestas medianamente coherentes a un grupo de críos.

Me encantaría ver a Patxi López explicar a un grupo de niños cómo es posible que con armas made in Euskadi y vendidas por el Estado español se matara hace un año a más de mil gazatíes y ayer a una quincena de cooperantes. Y, ya puestos, también les podría llevar su testimonio a las aulas -ahora que ya han logrado un acuerdo a la desesperada con el PNV- para dar cuenta de cómo llegar a ser lehendakari con un curso de CCC. Aunque tendrá que maniobrar ante las preguntas, porque las cuentas no le darán sin explicar el timo a la española: quitar a miles de personas de la ecuación.

Será la dualidad del ser humano, pero junto a un «listo» siempre aparece otro. «Son unos jetas. No se ha dicho nunca, pero es gente que se está forrando defendiendo a una banda terrorista y a su brazo político». Antonio Basagoiti dixit. Ser tan coherente sobre su partido, sobre el pasado de éste, eso sí que los niños comprenderían a la primera. Pero hablaba sobre los premios Nobel y autoridades europeas que suscribieron la Declaración de Bruselas. Por cierto, que hoy otorgarán a Nelson Mandela el premio Ramón Rubial. Porque, claro, como es Nobel de la Paz no sostuvo nunca una pistola entre sus manos. ¿Ven, incrédulos, cómo la jueza Ángela Murillo tenía razón?

Y como la tortura no existe, no tendrán que explicarles por qué la Fiscalía insiste en las declaraciones «espontáneas» de los lesakarras que han vuelto a ser juzgados. Y para qué explicarles que uno fue ingresado en la UCI y que hay 10 guardias civiles imputados por... ¡torturas! Tampoco los secuestros. Y si surgen dudas, Celaá siempre podrá acudir a Aulestia y preguntar por Mikeldi Zenigaonaindia. Supongo que estará dispuesto a relatar su experiencia en todas las aulas que haga falta.

Pero el gallifante es para el presidente alemán, por dimitir tras declarar que un país como el suyo debe saber que las intervenciones militares son necesarias para mantener sus intereses comerciales. En política, la coherencia ¿se paga o se cobra?

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