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Maite SOROA | msoroa@gara .net

Justificar la masacre de voluntarios

Después de la masacre de voluntarios en el abordaje a la Flotilla de la Libertad, se puso en marcha la formidable maquinaria de la propaganda prosionista. Se trataba de explicar lo inexplicable. Así de claro.

El editorialista de «Abc» le daba la vuelta al argumento. No se lo pierdan: «No son pocas las veces en las que la buena voluntad de personas que simpatizan con la causa palestina es fácilmente manipulada por los partidarios de las soluciones radicales, extremistas de todo signo que en este caso bien podrían estar frotándose las manos desde sus confortables puestos de mando».

En el mismo rotativo, otro fachendoso, Hermann Terstch, ofrecía una buena clase de cinismo: «Ha habido tambien una tragedia este lunes. Una enorme tragedia. Unos provocadores que desafían a un Estado en guerra permanente como es Israel han tenido un gran éxito. Han logrado lo que querían, que no era llevar cuatro paquetes a Gaza, sino desafiar al Estado de Israel para intentar aislarlo más». Las víctimas, verdugos.

El editorialista de «La Razón» también lo tenía claro: «Es muy deplorable y dolorosa, sin duda alguna, la muerte de personas, pero que nadie se llame a engaño: lo que se dirime en el conflicto de Oriente Medio es la pervivencia de la libertad y los derechos democráticos sobre el terrorismo islamista y las dictaduras teocráticas y sangrientas. El enemigo de la ayuda humanitaria a los palestinos no es Jerusalén, sino el régimen iraní, que alimenta a los brazos armados de Hamas y Hezbolá, desafía a la comunidad internacional con la amenaza nuclear y despliega todos sus recursos para organizar flotillas `pacifistas' con armas de fuego a bordo». Palos contra metralletas.

Y en «El Mundo», Salvador Sostres nos explicaba por qué hay que disparar a los pacifistas: «Hay que subrayar que Israel, con los vecinos que tiene, no puede permitirse no cumplir con sus amenazas. El pueblo más perseguido de la historia ha aprendido con demasiado horror lo que le pasa cuando no opta por defenderse».

La máquina de propaganda sionista es burda, pero mete el suficiente ruido como para que no se escuche con nitidez el tableteo de las metralletas.

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