El editorial de ayer de «La Gaceta» lo dejaba claro: «Desde Vietnam sabemos que las guerras son una cuestión de opinión pública y el arma más eficaz es la propaganda». No me cabe la menor duda.

Y si para muestra vale un botón, la información que aportaba ayer «La Razón» parece un catálogo de botones.

Según la periodista encargada de aplacar la indignación de la opinión pública, «la reconstrucción de la media hora que duro el asedio y enfrentamiento de los soldados israelíes y los activistas del buque `Mavi Marmara' aclara que lo que estaba planteado como una negociación para abortar el intento de la nave de llegar a Gaza se convirtió en un intento desesperado de salvar a cuatro soldados que estaban siendo linchados».

O sea que los cooperantes asaltaron un barco de la Armada de Israel. O casi.

El disparate no se queda ahí, verán que adquiere tintes de broma macabra: «La secuencia es la siguiente. Cuatro soldados israelíes descienden por una cuerda a la cubierta, allí son recibidos a golpes. No pueden descender más efectivos, porque los enfebrecidos activistas ataron la cuerda por la que descienden los soldados al cubierta, desestabilizan el helicóptero y el piloto manda cortar la cuerda y deja aislados a los cuatro militares. Al mismo tiempo, los soldados que iban a abordar el barco por mar, a través de escaleras laterales, se encuentran con una brutal oposición de los navegantes del Marmara que les impide subir. En un minuto, el ejército israelí pierde el control de la situación (...) El asedio que sufrieron los militares y el hecho de que les robaran algunas de las pistolas que llevaban y abrieran fuego justificó la respuesta de los soldados que tenían órdenes de utilizar únicamente armas que disparan pinturas o pistolas de `paintball', modelo Big Beng, las mismas que se utilizan en lugares recreativos». Ésta nos toma por tontas, ¿no les parece?

Y la inefable Edurne Uriarte nos contaba en «Abc» que los hechos comenzaron «cuando los `pacifistas' arrojaron a un soldado desde la cubierta superior a la inferior (...) una situación de `amenaza a la vida' y su consiguiente derecho al uso de las armas». Está escrito: la primera víctima de las guerras es la verdad.