Ocupación oculta, sumisión y alternativas
La dimisión del primer ministro japonés, Yukio Hatoyama, muestra algunas de las fallas que asolan la política contemporánea y las relaciones internacionales. No cabe despreciar el hecho de que Hatoyama haya dimitido como consecuencia de haber roto su promesa electoral de cerrar alguna de las bases norteamericanas en suelo japonés. Tampoco que lo haya hecho presionado por su partido, que ha entendido a la perfección el mensaje de una ciudadanía que vivió con gran ilusión el cambio que suponía la llegada al poder del Partido Democrático tras medio siglo de monopolio conservador. La situación creada tras el giro político dado por el primer ministro ponía en cuestión la pervivencia del Gobierno y su limitado programa de reformas. No cabe despreciar estos hecho porque en Occidente resultan raros, por no decir inéditos.
Sin embargo, hay que subrayar que las causas que subyacen a la dimisión de Hatoyama hunden sus raíces en un statu quo establecido hace casi 70 años y que está diseñado para garantizar la hegemonía de EEUU a nivel mundial. Hatoyama parece no haber sido consciente hasta ahora de que al cuestionar la existencia de bases norteamericanas, es decir, al reivindicar la soberanía de Japón, estaba cuestionando ese statu quo. Cuando ha visto la dimensión del desafío no ha sido capaz de mantener el pulso político. Sus justificaciones lo han desacreditado e inhabilitado para dar el cambio que prometió. Una reforma que, teniendo en cuenta las arraigadas estructuras de poder en el país nipón, no era fácil.
La existencia de esas bases con un régimen paralegal por todo el mundo resulta inexplicable en términos democráticos. Lo mismo en Japón que en Alemania. Una realidad cuya máxima expresión es el Consejo de Seguridad de la ONU. De momento una de las vías por las que esa hegemonía se podía resquebrajar -el pulso aislado de uno de los países afectados apoyándose en una opinión social enojada por esa discriminación- ha fracasado. Los países del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) pueden abrir otra brecha, pero sigue sin estar claro que una organización mundial más multipolar garantice una política internacional más justa y democrática.