La Jirga (Asamblea Tribal afgana) de la Paz, que arrancó con un ataque talibán, culminó ayer con el anuncio de la creación de una comisión nacional para negociar la paz con la resistencia afgana.

La Jirga concluyó con una petición a la ONU para que retire a los talibán de la lista de «grupos terroristas», para que se libere a los detenidos por «error» y para que las fuerzas ocupantes detengan las redadas y los bombardeos contra la población civil.

El portavoz de la asamblea y ex presidente Burhanudin Rabbani instó además a los talibán y al grupo Hizb-e-Islami a que dejen la lucha armada y se desliguen de Al-Qaeda.

Las propuestas de la Jirga, que tenía carácter puramente consultivo, fueron, cómo no, aplaudidas por su muñidor, el presidente títere Hamid Karzai, quien prometió cumplirlas punto por punto.

No obstante, y pese a que los participantes en la asamblea fueron previamente seleccionados por el Gobierno, muchas voces presentes han ido mucho más allá durante los debates. «Las fuerzas extranjeras han sido incapaces de detener la guerra; al contrario, la han acrecentado», denunció el jefe del Consejo de Ulemas, Qiamuddin Kashaf. Otros asistentes pidieron la amnistía general y la salida de todos los prisioneros afganos en cárceles gestionadas por las fuerzas extranjeras.

Todo apunta a que Karzai ha logrado al fin cepillar el texto que, con todo, le refuerza en su posición ante la llamada «comunidad internacional», renuente a negociar.