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La cuestión de la Gran Hungría tensa las relaciones entre Budapest y Bratislava

Geza MOLNAR (AFP) |

Las relaciones entre Budapest y Bratislava, históricamente difíciles, se han visto seriamente deterioradas antes de las elecciones legislativas de Eslovaquia del 12 de junio. Las tensiones coinciden con el noventa aniversario del Tratado de Trianon, que amputó a Hungría las dos terceras partes de su territorio, incluida Eslovaquia, y la mitad de su población.

El nuevo Parlamento elegido en abril en Hungría, donde el Gobierno conservador de Viktor Orban cuenta con una mayoría de dos tercios, aprobó una ley que fijaba el 4 de junio -aniversario del Tratado- como Día Nacional de la Unidad, lo que ha provocado la ira de Eslovaquia.

Aprobada por los parlamentarios del Fidesz de Viktor Orban y el partido de extrema derecha Jobbik, con la oposición de socialistas y verdes, la citada ley establece que todo miembro de la etnia húngara, incluso si pertenece a otro Estado, forma parte de «la vieja nación húngara unificada, cuya existencia y pertenencia al margen de fronteras en un hecho real».

Una formulación que ilustra el trauma que tienen en su identidad nacional muchos húngaros noventa años después de la firma del Tratado.

De forma inmediata, en Eslovaquia, Jan Slota, presidente del partido ultranacionalista SNS, socio en el Gobierno del primer ministro, el socialdemócrata Robert Fico, decidió organizar ayer una protesta para «mostrar de una vez por todas a Hungría dónde se sitúa la frontera». El SNS tenía previsto manifestarse en Komarno (nombre eslovaco), localidad dividida en dos por la frontera establecida en 1920 por el Tratado de Trianon tras la Primera Guerra Mundial y el colapso del imperio austro-húngaro.

Por su parte, el ultraderechista húngaro Jobbik convocó una contramanifestación en la parte húngara de Komarom (nombre original), para recordar «el noventa aniversario de la división».

Doble nacionalidad

El Parlamento húngaro abrió fuego al aprobar el 26 de mayo, a instancias de Orban, una polémica ley que permite la posibilidad que permite a los descendientes de húngaros que vivan en países vecinos obtener la nacionalidad húngara.

Como respuesta inmediata, Fico consiguió que el mismo día el Parlamento eslovaco aprobara una ley que priva de la nacionalidad eslovaca a quienes adopten la húngara.

La ley húngara afectaría a los 3,5 millones de descendientes de húngaros que viven principalmente en Rumanía y Eslovaquia, pero también en Serbia, Croacia, Ucrania y Austria. En Eslovaquia, representan casi el 10% de sus 5,4 millones de habitantes.

Si la reacción eslovaca, en plena campaña electoral, ha sido fuerte y ha demostrado que la cuestión nacional siempre ha sido una receta en muchos países de Europa del este, en Rumanía y Serbia no ha habito ninguna reacción negativa.

En una entrevista ayer en «Le Figaro», Fico acusó de nuevo a Hungría: «Existe un conflicto de valores entre Eslovaquia, de tradición profundamente antifascista, y un país extremista que exporta su `peste negra'».

Las relaciones bilaterales entre ambos países son especialmente tensas desde 2006 y la entrada en la coalición gubernamental eslovaca del pequeño partido nacionalista SNS.

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