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Martin Garitano Periodista

No piden perdón

Ahora que el unionismo español ha hecho de la manipulación de una parte de las víctimas el eje vertebrador de su discurso antiabertzale, los partidos que lo representan en la CAV, PP y PSOE, exprimen tanto el argumento que terminan por desnudar su fealdad.

Las excusas exhibidas para negarse a demandar al Gobierno español que imite al alemán y pida perdón al pueblo de Gernika por el bombardeo asesino y la mentira criminal a que fue sometido van de la extravagancia al patetismo. Veamos.

Oscar Rodríguez, del PSE-PSOE, arguyó que es «absolutamente delirante» la demanda, «ya que no hay ningún motivo para que la España democrática se pida perdón a sí misma cuando fue atacada por el fascismo».

El argumento valdría si esa «España democrática» no se fundamentara en la negación antidemocrática de la existencia de un pueblo -el vasco- sujeto de derechos. Y tal vez valiera si esa «España democrática» fuera otra cosa distinta al engendro diseñado por aquel mismo fascismo atacante en complicidad con los elementos más oportunistas de los atacados, rodeando así de afecto y lealtad al heredero designado por Franco.

Desde las filas del PP -esos que vivieron la dictadura con «extraordinaria placidez», en sinceras palabras de su paladín Mayor Oreja- fue la parlamentaria Mari Mar Blanco -dramática paradoja por ser quien es- la encargada de ofender a cientos de miles de víctimas, a miles y miles de buenas gentes que se opusieron y enfrentaron con escasos medios y decidida convicción democrática a los aliados franquistas de Hitler y Mussolini.

Antes fue su jefa de filas, Arantza Quiroga, quien insultó a quienes pedían justicia para Gernika. Y, en patética imitación, Blanco pidió «pasar página» de una vez, porque «barbaridades hubo en los dos bandos y hay que admitir que hubo héroes en los dos bandos».

Pues no. Barbaridades fueron las de los fascistas que asolaron la Ribera navarra y llenaron sus cunetas de cadáveres de campesinos y obreros indefensos; barbaridades fueron las de los pelotones de fusilamiento que taladraron a balazos las tapias de los cementerios vascos. Los que aplicaron el garrote vil a maestros, sindicalistas, socialistas, anarquistas, comunistas y nacionalistas. Y su máximo exponente fue Gernika.

No quieren pedir perdón. Y sabemos por qué. Su héroe fue Moscardó y el nuestro, Saseta.

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