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Kirguistán se encamina hacia una guerra civil al no poder controlar los disturbios

Las autoridades de Bishkek se ven incapaces de controlar los enfrentamientos entre kirguises y uzbekos en el sur de Kirguistán, que se encuentra al borde de una guerra civil. El Gobierno, que autorizó «disparar a voluntad» para controlar la violencia , prorrogó el estado de emergencia.

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Las autoridades provisionales kirguises prorrogaron el estado de emergencia en el sur del país y ordenaron a las fuerzas de seguridad «disparar a voluntad» para contener la violencia interétnica que se ha cobrado ya la vida de al menos 102 personas, la mayoría uzbekos, y ha causado más de 1.200 heridos en Osh y Jalal-Abad, además de haber provocado el éxodo de decenas de miles de personas. El Ministerio kirguís de Defensa también ordenó la movilización de los reservistas del Ejército, con edades entre 18 y 50 años, y el comienzo de una movilización parcial de la población civil.

Según datos difundidos ayer por las autoridades uzbekas, más de 75.000 kirguises de etnia uzbeka huyeron a Uzbekistán, cuyas autoridades abrieron sus fronteras para acoger a los refugiados. La mayoría son mujeres y ancianos y algunos presentaban heridas de bala, informó la agencia rusa RIA Novosti. La misma fuente indicó que «líderes informales» de ambas etnias acordaron comenzar conversaciones de reconciliación para frenar la escalada de violencia.

Los enfrentamientos ganaron en intensidad y se extendieron el sábado a Jalal-Abad y ayer fue escenario de tiroteos e incendios, aunque por la noche la situación parecía haberse calmado. Lejos de calmarse, se deterioró y el toque de queda se amplió también durante el día en Osh y dos distritos vecinos. El estado de emergencia fue extendido a toda la región, hasta Jalal-Abad, bastión del derrocado Kurmanbek Bakiyev.

«Provocación clásica»

Algunos analistas consultados por AFP coinciden en que la violencia desatada es «una provocación clásica de fuerzas destructivas y grupos criminales que buscan desestabilizar el país e interrumpir el proceso político iniciado por el nuevo Gobierno».

Bakiyev, al que el Gobierno se acusa de estar detrás de los enfrentamientos, dijo no tener relación con estos hechos, aunque los analistas sí contemplan esa posibilidad, porque «nadie más tenía algo que ganar», según el periodista ruso Arkadi Dubnov.

El analista kirguís Sanobar Chermatova apuntó que el hermano de Bakiyev, Akhmat, «controlaba el sur con la ayuda de autoridades criminales» y, en particular, del jefe mafioso Aïbek Mirsidikov, al que se considera responsable de los enfrentamientos de mayo en Jalal-Abad. Una situación que se calmó en esa ciudad tras la instauración del estado de emergencia, pero donde Mirsidikov tenía previsto incitar nuevos actos de violencia el 7 de junio, pero fue asesinado de madrugada», añadió.

mafias

Hay grupos mafiosos especialmente activos en el sur de Kirguistán y algunos analistas coinciden en que la ola de violencia no es un conflicto étnico sino una provocación clásica de grupos criminales que han avivado las tensiones étnicas para debilitar al nuevo Gobierno.

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