Con el subidón muchos no habrán sido conscientes de que los de ayer han sido, muy probablemente, los últimos minutos con la camiseta azulgrana de, para el que suscribe, el jugador más importante de la historia baskonista. Aunque tal afirmación pueda parecer una irreverencia ante la clase de Luis Scola, el carácter de Nocioni, el liderazgo de Bennett, el genio de Rivas o el carisma de Velimir Perasovic, el hueco de ese joven de nombre Splitter, nacido en Joinville pero criado en Zurbano va a ser, si termina cumpliendo su sueño de jugar en la NBA, el más difícil de cubrir. Y es que, mientras él mismo tomó el relevo de Luisito, o Calderón, Chapu, Vidal o Prigioni estaban preparados para suplir las bajas que se han ido produciendo, ahora mismo no se intuye quién puede cubrir el vacío que deje el brasileño, después de las dudas que sigue generando Barac, en teoría su relevo natural.

Pero al margen de todas sus cualidades deportivas, se perderá uno de los grandes exponentes del carácter Baskonia, de jugadores hechos a sí mismos, pero sobre todo perderá un ejemplo de profesionalidad y fidelidad.

Porque Tiago ha disfrutado y ha hecho disfrutar mucho a su público, pero también ha sufrido mucho. Derrotas durísimas, lesiones y sobre todo la distancia cuando su familia tuvo que hacer frente a un golpe tan duro como la larga enfermedad y la pérdida de su hermana Michelle. Por ello, las imágenes tras la Copa de Madrid son las más bonitas y merece cumplir el sueño de jugar contra su mentor Scola. Y porque verlo con la camiseta del Madrid o del Barça sería imposible de digerir, por mucho dinero que ofrezcan.