Maite SOROA | msoroa@gara .net
En la derecha prefieren el desastre
Los propagandistas del nacionalismo español muestran en los últimos tiempos una actitud de desconfianza hacia el Gobierno de Rodríguez Zapatero que sólo se puede explicar por un nerviosismo fundado en algo que servidora desconoce.
Ayer, en «El Correo Español» y «El Diario Vasco», Tonia Etxarri explicaba que «la inquietud también es perfectamente comprensible». Si se preguntan por qué, atiendan al argumento de Etxarri: «Cuando el PP alerta del peligro de que ETA quiera volver a colarse en las instituciones, no se puede recibir ese mensaje calificándolo de `obsesión'. No es tan simple la cuestión. Es cierto que la lucha antiterrorista está dando buenos resultados en la derrota de ETA. Pero la excarcelación de casi todos los miembros de la dirección de la ilegalizada Batasuna, acusados en su día de querer reorganizar el conglomerado político de la banda terrorista, contradice la política de firmeza del Ejecutivo socialista de la que tanto alardea el ministro Rubalcaba». Esa obsesión por encarcelar a los políticos independentistas empieza a ser inquietante. Algunas (y algunos) deberían hacérselo mirar. Seguro que hay tratamiento.
La cuestión estriba en que la estrategia aprobada por las bases de la izquierda abertzale para promover un proceso político que, en unión de otros sectores independentistas, abra las puertas a la creación del estado vasco les pone los pelos de punta. No se llamen a engaño, todo lo demás son paparruchas.
Será por eso que Etxarri insiste: «El ministro Rubalcaba sigue con la idea de que sean los propios dirigentes de la izquierda abertzale quienes hagan su ciaboga. Que esta vez el gobierno no puede volver a cometer errores. Pero también es conocida la tentación de algunos dirigentes de laboratorio por forzar un final feliz de esta truculenta historia en el que el presidente Zapatero pudiera lucirse en medio del marasmo económico en el que está sumergido. Sería un error guardarse esa carta para momentos todavía más duros que, sin duda, llegarán». Lo contrario a un final feliz es el desastre, y Etxarri lo sabe. Pero tal vez el nacionalismo español más intransigente vive más cómodo en el desastre.