Cada vez más minúsculo. Así parece verse Nicolas Sarkozy, encogido por una opinión pública que día a día expresa más alto su juicio negativo respecto al presidente de la República. Setenta años después de que el general De Gaulle hiciera un llamamiento a la resistencia, Sarkozy ha querido recuperar imagen dejándose fotografiar junto a un cliché gigante del antiguo estadista francés. Pero lejos de engrandecerse, su figura, reducida por el recuerdo de la talla del militar, ha disminuido aún más.

Ya, ni las alzas exageradas de sus zapatos pueden sostenerlo en lo más alto. Y tal es su complejo de bajito que, para la visita que tiene prevista mañana mismo a la fábrica de helicópteros de Bordes, a pocos kilómetros de Pau, el Elíseo ha enviado emisarios para elegir a los trabajadores ideales que podrán ser filmados y fotografiados con Sarkozy. El criterio: que los operarios de Turbomeca escogidos para pasearse con el Jefe de Estado no sobrepasen los 170 centímetros de estatura.

La información la ha publicado un diario bearnés y ha sido rápidamente desmentida por la prefectura de Pau. Pero el desmentido huele a rancio. Hace nueve meses, la televisión belga RTBF destapó cómo días antes de una visita que Sarkozy debía rendir a una fábrica de Normandía, emisarios del Elíseo se habían afanado en la confección de una lista de trabajadores aptos para salir en el fotocol presidencial, o sea, diminutos.

Si es cuestión de levantarle la moral al pequeño Nicolas, los servicios de la jefatura de Estado podrían pensar en organizar una visita a Ajuria-Enea. De esa forma, Sarkozy se aseguraría una foto con alguien que ni da la talla, ni visos tiene de darla algún día.