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Félix Placer Ugarte Profesor en la Facultad de Teología de Gasteiz

Ama Lur

El autor reivindica en este artículo la figura de San Juan, «profeta de la liberación, protector contra la opresión de los poderosos y anuncio purificador de injusticias para una Tierra de amistad y solidaridad». Al margen de la Iglesia, la celebración del solsticio de verano se remonta a tiempos inmemoriales y es una celebración de la vida y la energía, de lo que emana de la Tierra, de Ama Lur. Simbólicamente, muchas personas conservan el ritual de quemar lo malo, aquello que desean ahuyentar. En un momento en el que la noche parece no tener fin, Placer defiende que frente a las «amenazas económicas, ecológicas, políticas y también eclesiásticas, la noche de San Juan es un símbolo radicalmente subversivo y liberador de nuestra Ama Lur».

La florida y sensual primavera ha fecundado la Tierra Madre que, en la noche de San Juan, nos envuelve en su misterio de vida, junto al fuego purificador de insectos dañinos y malas hierbas. Cuando el sol del nuevo día -«iruzki saindia»- nace en esta mañana y el rocío de la aurora brilla sobre los verdes campos, se rememoran y reviven costumbres y rituales que hunden sus raíces en remotos tiempos y tradiciones, celebrando la energía vital de esta noche y día míticos. El agua cristalina que brota en los manantiales de las entrañas maternales de la Tierra, alimentada por las copiosas lluvias primaverales, y el rocío mañanero curan las enfermedades y garantizan la buena salud a quienes los sienten en sus pies desnudos al salir el sol.

En medio de los variados y multicolores rituales y celebraciones de la fiesta del solsticio de verano, emerge la mítica figura de San Juan, profeta de la liberación, protector contra la opresión de los poderosos y anuncio purificador de injusticias para una Tierra de amistad y solidaridad. Por eso en muchos lugares de Euskal Herria le invocan cantando: «San Juan bagilla, denbora ederra. Gariak ta artoak gorde. Lapurrik bez, besterik bez. Badagoz be, erre. Gora San Juan, bier da San Juan» (San Juan de Junio, buen tiempo. Guarda maíces y trigos. No haya ladrones ni otros enemigos. ¡Quémense si los hay! Viva San Juan, mañana es San Juan!).

Cuando el sistema capitalista, depredador y asesino de tantas hijas e hijos de la Tierra, traficante y mercader del planeta -casa de toda la humanidad- trata rehacer su poderío dominante y destructor de pueblos y personas, recurre, como siempre lo ha hecho, al hundimiento de masas en la pobreza, en el hambre y la miseria. Aliados y sometidos a la hegemonía del capital, también los estados, conquistadores de territorios, olvidan que cada pueblo -como Euskal Herria- es hijo de su propia Tierra en la que nació, construyó su identidad y continúa vivo a pesar de invasiones y expoliaciones.

Frente a estas amenazas económicas, ecológicas, políticas y también eclesiásticas la noche de San Juan es un símbolo radicalmente subversivo y liberador de nuestra Ama Lur. Las hogueras nocturnas son fuego que quema todas las hierbas venenosas de sumisión y genera saltos de libertad. El agua mañanera de este día hará fructificar muy pronto sus semillas en nuestra Tierra y el sol de San Juan brillará también en la insumisión franciscana de Joxe Arregi, como palabra evangélica ante quien se obceca en las tinieblas de la censura y pretende anular la brisa liberadora que desciende desde las montañas y santuario de Arantzazu .

En esta fiesta el clamor de Ama Lur es, ante todo en estos días, viento de libertad reivindicativa contra recortes y ajustes económicos que perjudican a los más débiles. Las canciones, ritos y tradiciones de esta noche resuenan, en medio de una sociedad agredida por un productivismo que quiere reducirla a objeto de mercado y consumo, como eco del latido del corazón de nuestra Ama Lur, que nos acoge, envuelve, protege y da vida a toda vida. Y Mari, diosa protectora, cruza nuestra tierra y cielos alentando la defensa y la lucha contra quienes tratan de expoliarla y reducirla a tumba de miseria y deshecho para servir de abono para sus excluyentes beneficios, y la máquina devastadora de recursos que puedan manejar para sus intereses financieros. Como un irrintzi de libertad, reivindica su derecho a decidir, su independencia, la identidad irrenunciable de las hijas e hijos de Ama Lur. Y se oye en las más lejanas cárceles de los estados reclamando el respeto a sus derechos conculcados y su regreso a Euskal Herria. La danza y la fiesta llegan hasta los hijos e hijas más alejados envolviéndolos en esta mítica noche en un abrazo solidario que les conducirá a una luminosa mañana de libertad. Mantiene viva la energía indomable para buscar y luchar contra tantos insectos depredadores que enconan el conflicto político y rechazan la búsqueda honesta, lúcida y justa de auténticas soluciones, desde el respeto de los derechos personales y colectivos. Anuncia, al comienzo de este verano, pasos decisivos en momentos cruciales en el camino de una paz desde la justicia.

En definitiva, esta noche y día son afirmación de la dignidad de la Tierra, en la que todas y todos somos vida y relación, contra todo tipo de agresiones. Es una respuesta y una apuesta convencidas por la construcción de una nueva sociedad y orden mundial que asegure, para el presente y futuro, la visión compartida en cada pueblo de valores básicos en la responsabilidad y ética universales, para «respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad, cuidando la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor; construyendo sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles, pacíficas; defendiendo el derecho de todos, sin discriminación...con especial atención a los derechos de los pueblos indígenas y las minorías».

Son reclamaciones de la llamada «Primera Constitución Magna de la Tierra», elaborada por las Naciones Unidas como declaración de principios, propuestas y aspiraciones para una sociedad mundial sostenible, solidaria, justa y pacífica en el siglo XXI. Deben ser el marco mayor de referencia en el que se elaboren todas las demás constituciones. Su conculcación será siempre un atentado a la Tierra y, por tanto, a la vida que ella es, nos envuelve y alimenta. Por eso cada pueblo, y Euskal Herria entre ellos, estamos llamados a defender nuestra Ama Lur, en solidaridad profunda con todos los lugares y habitantes de nuestro planeta. Porque formamos una inmensa red de vida que nos religa, nos une en el mutuo respeto, en la solidaridad, en los derechos compartidos de todas y todos. Como respondió el jefe indio Seattle, del noroeste americano, al presidente norteamericano que en 1854 quería comprar las tierras de su pueblo, «sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Para él un lote de terreno es igual a otro... Trata a su madre la Tierra y a su hermano el Cielo como cosas que se compran y se venden. Su voracidad arruinará la Tierra y dejará detrás de él sólo un desierto... Una cosa sabemos: que la Tierra no le pertenece al hombre. Es el hombre el que pertenece a la Tierra. Todas las cosas están relacionadas entre sí como la sangre que une a la familia... Lo que hiere la Tierra hiere también a los hijos de la Tierra...».

Y en ese sentimiento íntimo de identidad con Ama Lur brota un espíritu nuevo, humano, ecológico y teológico, donde reconocemos el misterio de la vida, fuente de agua limpia en el fondo de cada ser, que nos impulsa a un cambio de mentalidad y de corazón que hagan posible la práctica de una ética de libertad y convivencia en nuestra casa común, iluminada por el sol que mañana volverá a nacer: «bihar artio, Joanes! Zauri bihar muga onez».

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