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Fede de los Ríos

El 29 que arda Troya

 

Al no vivir en un mundo democrático malvivimos gracias a la ideología democrática que, como ideología, oculta lo real. La falsa apariencia.

Nunca hubo tantos parlamentos que nos representasen. Votamos al ayuntamiento, a la comunidad autónoma correspondiente, al parlamento estatal y hasta al europeo. Nuestros «representantes» son muchos, tantos como sueldos pagados con los impuestos. Es la democracia formal. El menos malo de los regímenes, nos dicen y repetimos. Los parlamentos no han resultado ser la caja de resonancia de los intereses de los representados, por el contrario, son nuestras bóvedas craneales las que han devenido cajas de resonancia de la hueca ideología democrática emitida por las instituciones parlamentarias. Los intereses de la mayoría han sido subsumidos en los intereses de una minoría que ni siquiera habita en Europa.

Los dirigentes políticos de la única potencia imperial al dictado de las grandes industrias transnacionales siguen siendo los que cortan el bacalao y reparten juego. Su Ejército atemoriza a todo el planeta con sus guerras humanitarias de prevención y defensa de la democracia. Las gentes del llamado Tercer Mundo corren despavoridas si perciben viso alguno de iniciarse en su país algún proceso democratizador a llevar a cabo por los democráticos marines.

Son ellos, no nuestros representantes parlamentarios, los que dictan la Ley y la circulación de los capitales. Los que controlan el tráfico de personas. Ellos, los dueños de la emisión de las imágenes que en nuestras retinas nos dan la sensación de realidad. Aquellos de ultramar y no estos son los que dictan nuestros deberes y nuestros derechos. Su crisis será la nuestra. Las medidas a tomar, las que aquellos dicten.

Pareciera no haber más que un camino a seguir. El marcado por los que alquilan nuestros brazos o nuestros cerebros. Lejos empiezan a quedar las luchas por la abolición del trabajo asalariado y contra el tedio que acompaña sus jornadas. Extraña la reivindicación de una sexualidad no reglada por los saberes de los llamados expertos y la confrontación contra los que quieren convertir los cuerpos en cárceles de deseos. Obsoletas las críticas contra los hipócritas y falsarios que nos hablan de moral y buenas costumbres al tiempo que, bajo sus togas, hábitos y uniformes, visten corsés y ligueros de encaje mientras que sus anos y prepucios sufren dilatación ante el desnudo de un impúber.

Nada puede hacerse. Lo oímos a menudo. Lo del comunismo fue un fracaso, lo dice hasta la infanta Elena. Nos bajan el sueldo y pensamos que, por lo menos, tenemos un trabajo. Es necesario reducir lo que llaman la deuda pública. La banca, democrática institución guardiana de nuestros ahorros, necesita de nuestro apoyo para aumentar su benéfica labor.

Algunos comentan que los esclavos griegos vivían peor. No sé. El amo mandábales aparearse tres veces por semana. Y en un momento dado rebeláronse y acabaron con la esclavitud, un modo de producción y de entender la vida. El martes, después de aparearnos un poquito, bien podríamos empezar a plantar cara al Capital y a sus gobiernos.

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