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Raimundo Fitero

Fe

Un hombre se enfadó con una imagen de Cristo, concretamente la de Jesús del Gran Poder en Sevilla, la emprendió golpes con la talla y acabó mutilando al venerado, arrancándole un brazo. Este hecho curioso ha tenido sus extensos minutos en la mayoría de los noticiarios televisivos, con profusión de declaraciones de todos los concernidos por este acto violento. Ya nos hemos quedado muy tranquilos porque, de nuevo utilizando unos cuantos minutos de radio y televisión, incluso públicas, nos hemos enterado de que ha sido reparado y ya recibe a sus fieles. Una rapidez inusitada, pero apremiaba que volviera a estar en su peana, completo, para seguir recibiendo las muestras de fe de unos cientos de sus seguidores.

Lo que ha sorprendido en estos cuatro días entre el primer accidente y la reparación, es que se le dio tanta categoría jerárquica en las informaciones a una cuestión tan particular, tan ridícula, tan fuera de cualquier motivación más allá de un trastorno, una fobia, de la persona que cometió el acto vandálico, que se le cargue de tanto valor religioso y de manera tan unánime. Se quiere decir que las manifestaciones de los fieles de la iglesia donde reside este crucificado alcanzan un nivel de fanatismo, que nos asusta. Especialmente porque mientras tanto se cuestionan los signos externos de otras religiones monoteístas, se ignoran o se menosprecian otras creencias, elevando asuntos que deben estar siempre en el ámbito de lo particular a lo público, con la intervención de los poderes políticos en asuntos de esta índole.

No es habitual que se ensañe nadie con una imagen religiosa, y mucho menos atacando al símbolo en su propio lugar de residencia habitual, con lo que, en medio de todo ese follón mediático, futbolero, ferroviario, económico, se habla con una seriedad digna de mayores empeños de la seguridad de las imágenes de culto en iglesias, catedrales o ermitas. Y se plantea en algunos programas con una actitud que no puede responder solamente a una forma de vivir una fe profunda, sino de estar instalado en una creencia de cruzado. Todo parece convertir en otro signo de la deriva ultra conservadora que se impone. Hay que mantenerse alerta.

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