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ASTEA MUNDUAN

Europa oculta bajo un velo su creciente islamofobia

Dabid LAZKANOITURBURU

Periodista

Los mismos que echan chispas contra la retirada de los símbolos católicos de los centros públicos han logrado que el Senado español pida la prohibición general del uso del burka y el niqab.

Apelan ahora a la libertad y a la igualdad de las mujeres los mismos que las quieren o putas o sumisas, sometidas al último grito de la moda que las convierte en objetos de uso o ensoñación sexual.

Se valen, para ello, de una práctica de origen preislámico y que, ciertamente, resulta un anacronismo total: la del velo integral, de los pies a la cabeza y con el rostro siempre oculto. Pero es un señuelo. Son una ínfima minoría la que lo usan en todos los estados que están legislando sobre la materia.

Se dirá que basta con que fuera una. Sería cierto si el objetivo no fuera otro, tal y como ha quedado patente con la prohibición añadida en la «civilizada» Suiza de construir minaretes.

Vieja como el mismo continente, la islamofobia es un jinete del Apocalipsis alimentado en los últimos años a fuego lento en las cocinas del poder. Éste necesita siempre señalar enemigos y el 11-s, el 11-m y el 7-j le han venido al pelo para atizar las brasas. Todo ello en un clima tórrido de crisis económica. El sistema elude convertirse en el foco de la ira de unos ciudadanos cada vez más depauperados apuntando a un chivo expiatorio.

Velo integral, minaretes... pronto le llegará el turno al simple velo que cubre la cabeza. El mismo, por otro lado, que llevan las monjas católicas. Las mismas que, en algunos casos, se enclaustran de por vida, en un convento.

Lo hacen en nombre de sus creencias. Y ahí está el error. De estas y de aquellas.

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