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Bloemfontein enterrará el complejo inglés... o reafirmará la fiabilidad de los alemanes

Algunos de los partidos más épicos y recordados de la historia de los Mundiales han sido protagonizados por la «mannschaft» y los «pross». Hoy vuelven a verse las caras tras arrojar dudas en la primera fase. Los germanos quieren seguir la tradición y los ingleses esquivar al destino.

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Beñat ZARRABEITIA

La madre de todas las batallas futbolísticas. Alemania e Inglaterra protagonizan una encarnizada rivalidad que va más allá de lo estrictamente deportivo. Los duelos precedentes cargan de morbo el encuentro que ambos combinados disputarán hoy, a las 16.00 de Euskal Herria, en Bloemfontein. La final de 1966 marca el inicio de las mutuas afrentas. El Mundial llegó a Inglaterra en 1966 y el combinado de los three lions se alzó con la copa Jules Rimet en una final más que polémica ante Alemania. Los germanos consiguieron forzar la prórroga, pero en la misma un gol fantasma de Geoffrey Hurst allanó el camino al título a los ingleses. Hoy es el día en el que se debate si la pelota entró o botó en la línea, pero en Alemania lo tienen claro y esas jugadas son bautizadas como «Wembley tor» -gol de Wembley-.

Cuatro años después, los centroeuropeos tuvieron la oportunidad de vengarse en México. En los cuartos de final, superaron a los ingleses en un partido en el que Torpedo Müller anotó tres tantos. Fue un partido mítico. Beckenbauer se lesionó el brazo y la contienda se decidió en el tiempo extra. Para desgracia de los pross, su guardameta titular Gordon Banks sufrió una indisposición intestinal poco antes del choque y tuvo que ser sustituido por Peter Bonetti. Un guardameta que arrastró durante el resto de su carrera el lastre de haber fallado en el tercer tanto de los alemanes y una vez retirado, se marchó a vivir al norte de Escocia donde trabajó como cartero.

Fuera de los Mundiales de 1974 y 1978, los ingleses volvieron a una copa del mundo en 1982. Tras disputar la primera fase en Euskal Herria, en la segunda se vieron emparejados contra Alemania y España. La mannschaft venció a los hispanos y el empate ante el equipo de los three lions le valió para obtener el billete para semifinales. Los ingleses contaban con grandes futbolistas pero se estrellaron de nuevo contra el muro alemán.

Inglaterra llegó al Mundial de Italia en medio de las críticas. La prensa arremetió de manera furibunda contra el seleccionador Bobby Robson. La fase de clasificación había sembrado muchas dudas y no eran pocos los que pedían la cabeza del técnico. Los pross contaban con grandes jugadores como Gary Lineker, Chris Waddle, Paul Gascoigne, Peter Beardsley o David Platt pero no terminaban de arrancar. Tras una mala primera fase, eliminaron a Bélgica en el descuento y en cuartos superaron a la sorprendente Camerún en la prórroga.

«One night in Turin»

En semifinales, el rival volvió a ser Alemania. Aquella noche en el Delle Alpi de Turín, Inglaterra jugó su mejor partido en años, sin embargo, se estrelló contra la fatalidad. Andreas Brehme adelantó a los germanos tras un lanzamiento que golpeó en el trasero del «kamikaze» -así definía Robson al hombre que tenía que salir de la barrera buscando interceptar el balón- y realizar un extraño globo que sorprendió a Shilton. 10 minutos antes de la conclusión del choque, Gary Lineker lograba empatar, después de que Platt estrellase un balón en la madera. La cita se decidió en los penaltis. Bodo Illgner detuvo el disparo de Stuart Pearce y Chris Waddle, quizá el jugador más talentoso de aquella selección inglesa, envió el balón a las nubes y posibilitó la clasificación germana.

El partido está marcado a fuego en la memoria de los hinchas ingleses. Las imágenes de un joven Paul Gascoigne llorando sobre el césped tras ser amonestado y, por tanto, perder la posibilidad de jugar la final forman parte de la historia del fútbol. Una cita a la que Inglaterra nunca llegó. A la conclusión del partido, Gary Lineker dejó la mítica frase de que «el fútbol es un deporte inventado por los ingleses y al que siempre ganan los alemanes». El partido está considerado el inicio de una nueva etapa en el fútbol inglés y recientemente ha sido editado el exitoso documental «One Night in Turin», narrado por el actor Gary Oldman y con los temas más sonados de la época, en el que se da cuenta de la participación de los conjunto de los three lions en el Mundial de Italia.

Fuera de la copa del mundo, la sombra de los alemanes también ha perseguido a Inglaterra. En 1996, «el fútbol volvió a casa» tal y como rezaba la canción oficial de la Euro de aquel año. Ambos combinados volvieron a medir sus fuerzas en semifinales. 30 años después del gol fantasma de Hurst, Alemania se pudo tomar cumplida revancha. De nuevo, el punto de penalti se alineó con la mannschaft y acabó con el sueño inglés en Wembley. Andreas Kopke paró el lanzamiento de Southgate y metió a su equipo en la final. El entonces pivote defensivo del Aston Villa fue crucificado por los tabloides. Error que, al igual que Bonetti, lastró el resto de su carrera deportiva.

Las afrentas no terminan ahí, ya que en el último partido oficial del viejo Wembley, los germanos estropearon la fiesta de los pross y vencieron por cero a uno. Afortunadamente, pocos meses más tarde, los ingleses pudieron darse un baño de autoestima y golear a su gran rival en Múnich. Por uno a cinco. Resultado que irritó de lo lindo en Alemania y permitió a la prensa inglesa sacar pecho después de tanto batacazo.

En la tarde de hoy, que tomará el relevo de las del viejo Wembley, la ciudad mexicana de León, Madrid y, sobre todo, Turín, el fútbol alemán, ahora con una selección multicultural, busca un ejercicio de autoafirmación dejando en la cuneta a un rival al que históricamente ha superado. Para los ingleses, por su parte, la cita supone una oportunidad para deshacerse de su eterno complejo ante la mannschaft. La afición del equipo de los three lions sueña, una vez más, que sus futbolistas dejen de ser héroes sin gloria. Hoy cuentan con una oportunidad inmejorable para desafiar a su historia.

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