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Iñaki Lekuona Periodista

Porque yo lo valgo

Aestas alturas, más de un productor de telenovelas andará afilándose los dientes para conseguir los derechos del guión más atractivo de los últimos años, el de la vida de Liliane Bettencourt. Porque al otro lado de la máscara facial, la vida íntima de la multimillonaria y octogenaria dueña de L'Oréal esconde decenas de arrugas de tramas sexuales, políticas y financieras, todas ellas reales, que no envidian las tramas ficticias de los seriales televisivos de los ochenta.

A golpe de yo lo valgo, el clan Bettencourt se labró un imperio estético que simboliza por sí mismo el culto a la imagen que preside el trono del mundo desde hace unas cuantas décadas. El padre de la multimillonaria, creador de la marca L'Oréal, fue acusado de colaboracionista durante la ocupación nazi, pero logró exculparse. Su marido, André Bettencourt, colaborador de aquel, logró desarrollar la firma fuera de las fronteras del hexágono, entre otros lugares en España donde contó, según las investigaciones del periodista Thierry Meyssan, con la colaboración divina del Opus Dei.

De ahí en adelante, el guión se ensortija tanto que los cabellos se erizan solos y las mejillas se sonrojan sin necesidad de maquillaje. Las oscuras relaciones con el Elíseo, desde De Gaulle hasta Sarkozy, evidencian que las fortunas se construyen de la mano del poder político y que el poder político se dibuja con manicura financiera. Detrás de L'Oréal, detrás de ese símbolo del imperio de la imagen, está lo real. Una parte de esa realidad, teñida de fraude fiscal y paraísos fiscales, está siendo desvelada por los tribunales franceses. Pues que se haga justicia, porque el ciudadano lo vale.

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