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Crónica | Fin de gira de los australianos en Bilbo

AC/DC amplifican el espectáculo del BEC en su visita a San Mamés

Pocas novedades rodearon la actuación de la banda australiana la noche del lunes en Bilbo. Calcaron su actuación del BEC con mimetismo, repasaron su última obra y certificaron que son una de las últimas grandes bandas del rock n' roll.

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Izkander FERNÁNDEZ
 
AC/DC y San Mamés. Vida fácil, amor libre y rock de estadio en estado puro. El gran circo del rock n’ roll visitó Euskal Herria. Uno de los últimos pesos pesados de la forja y la fundición rockera volvió a un recinto grande tras su paso por el BEC, para demostrar que el suyo es el mayor espectáculo del mundo. Por actitud, por canciones y sí, por espectáculo.
 
La actuación fue milimétricamente similar a la que ofrecieron en Barakaldo hace unos meses. Pero el público era sensiblemente diferente ya que en San Mamés había cuatro BEC-s repletos. Así que las pantallas emitieron la película de dibujos animados que ha dado el pistoletazo de salida a cada uno de los petardazos de AC/DC los dos últimos años.
 
El tren llega a su destino sin ánimo de parar y embiste con salvaje crudeza: “Rock n’ roll Train” es el himno de reciente factura que Angus Young y los suyos eligen para saludar a su última audiencia de esta gira. Tras otro tema reciente que deja indiferente a un público entregado, “Back in Black” vuelve a hacer rodar la amenazante maquinaria.
La primera fase de la actuación evoluciona a ráfagas. Cada tema de “Black Ice”, el último disco de estudio de los australianos, supone un pequeño bajón de intensidad en la grada.
 
El binomio formado por “Dirty Deeds Done Dirt Cheap” y “Thunderstruck” hace que la descarga eléctrica desprenda la gran y dolorosa verdad del rock n’ roll: los nuevos no podrán seguir la estela de los pioneros. Y no por nivel, sino porque el aura mística que desprenden los descubridores de la tierra prometida es demasiado atractiva, rápida y perversa.
 
La máxima expresión del rock clásico llega poco después. Con “The Jack” el sudor de la rota garganta de Brian Johnson se convierte en un desgarro que provoca convulsiones infernales en un eterno Angus. La sangre, el sexo y el fuego bullen en el averno que arde bajo el suelo de San Mamés, a los pies del público y al ritmo de unos de los hijos más destacados del maligno.
 
Young enseña los calzoncillos y varias mujeres sus senos. Los venenosos dedos del colegial diabólico corren por el mástil de su Gibson SG interpretando las numerosas variantes del blues de Estigia: “Hell Bells”, “Shoot to Thrill”, “War Machine”, “High Voltage”, “You Shock me all Night long” y “TNT”; sin dar un respiro.
 
Aparece en escena Rosie, la de “Whole Lotta Rosie”, por Angus, que no pierde ni un ápice de su encanto. Llega el tiempo de “Let there Be Rock” con el guitarrista subido en una plataforma elevada sobre las cabezas de San Mamés. Explosión de confeti y zas: Bilbo se convierte en el pisapapeles gigante del rock n’ roll.
 
Ya sólo queda coronar el escenario. Angus lo hace, sacude su mástil, lo masturba y llega la eyaculación colectiva, coincidiendo con el primer adiós programado de la banda. La traca final es única. “Highway to Hell” y “For those about to Rock (We Salute you)”, con la salva final de cañonazos haciendo retumbar las paredes del jubilado estadio del Athletic.
 
El público totalmente feliz porque uno de los shows más grandes del planeta ha triunfado. El rock a lo grande se despide hasta la próxima con el rabo por encima de la cabeza, sin arrepentimientos y sin demasiada ilusión en el adiós. Concierto repleto de disparos, trenes, electricidad, explosiones y campanas del infierno. Concierto repleto de tópicos, crónica repleta de tópicos. Larga vida al rock n’ roll.
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