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Crónica | Una jornada de huelga desde dentro

24 horas sin descanso el día en que debe parar todo el mundo

Una huelga general es para algunos un día sin trabajo; para miles supone una jornada de paro y movilización; y para muchos es sinónimo de 24 horas sin descanso. Todavía de noche, los piquetes saben que les espera una larga tarea, en la que además deberán soportar a quienes nunca hacen huelga y no se cansan de incordiar.

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Iker BIZKARGUENAGA

Son las nueve de la mañana y la gente se va reuniendo poco a poco a unos metros del centro comercial Boulevard de Gasteiz. Muchas de las personas que se acercan llevan ya varias horas despiertas, aunque todavía no muestran síntomas de sueño. Puede que sea por la adrenalina. La tensión se ha disparado por momentos poco antes en puntos como Gamarra, donde la Ertzaintza ha identificado a varias personas. «Ha habido un montón de identificados, me he cansado de contar», explica Marijo, una infatigable sindicalista. «Están más bordes que el año pasado», constata Jon, otro veterano de la lucha obrera.

La primera quedada había sindo a las cinco de la mañana. Los piquetes se fueron distribuyendo por los polígonos y grandes empresas que rodean la capital alavesa para informar de la huelga general, y con ellos, los policías. Con casco rojo o casco azul, dependiendo del herrialde, fueron cientos los que siguieron de cerca los piquetes y las movilizaciones. Uno de los lemas más coreados a lo largo del día fue sin duda «menos Policía, más trabajo». Debajo de esos cascos, no se sabía qué pensaban los trabajadores de la porra.

«Dicen que han puesto barricadas de fuego en Jundiz». Las informaciones y los rumores corren rápidamente de boca en boca. En el Boulevard ya son cientos los reunidos. Unas cuantas decenas de jóvenes llevan las conocidas camisetas rojas con el lema «Independentzia!». Igual de llamativas, las prendas que portan algunos trabajadores de Saunier Duval, la primera empresa que aplicó a sus trabajadores la reforma laboral.

Cruzan la calle Zaramaga y, al llegar al centro comercial, se dividen, primero en tres grupos, luego en varios más. El objetivo, que en todas las entradas haya gente para informar a los trabajadores que hayan decidido no secundar el paro. El horario de apertura es a las 10.00, y alguno aprovecha el impasse para el avituallamiento. Saca la tartera y ofrece tortilla. Han pasado seis horas desde que tocó el despertador, y se agradece.

Unas potentes bocinas indican que la caravana de camiones del sindicato Hiru no está lejos. Los bocinazos son respondidos con gestos de complicidad. Al poco se oyen pitos y algún grito desde el parking. «Parece que hay movimiento», advierte Ibai, desde la entrada del Mediamarkt. En el aparcamiento, unas cien personas están reunidas delante de la entrada trasera de un supermercado. Frente a ellos, varios vigilantes privados, y a un lado tres furgonetas de la Ertzaintza. «Gaur, greba orokorra!». El grito de los integrantes del piquete retumba con fuerza en el espacio cerrado. Casi tanto como el de «Ez, ez, ez, eskirolik ez!» que suena cuando un empleado accede al centro. En media hora, apenas media docena sigue el mismo camino. En el lado opuesto, una persona que decide no entrar a trabajar tras leer el el folleto que le entregan se lleva la ovación del día. «Gaur greba orokorra!», insisten en el piquete.

Llegan las 10.00 y el piquete se mueve. En el exterior, aquellos que se habían dividido en grupos vuelven a reunirse para formar una columna. Cientos de personas recorren la calle Zaramaga y Juan Garai, ocupan la rotonda de América Latina y, desde la Avenida, entran hacia el barrio del Pilar. Allí, varios establecimientos tienen las persianas echadas, otros las mantienen a medias y algunos las bajan al paso del multitudinario piquete. La gente va animosa, contenta con la respuesta.

Esa alegría es aún mayor a mediodía, cuando todas las columnas confluyen en la plaza de Bilbao. Está a reventar. «La manifa va a ser muy potente», comenta Aitziber, trabajadora de la administración. Una amiga suya, que acaba de llegar en otra columna, explica que la Ertzaintza ha cargado con dureza en el Corte Inglés, donde se ha llevado detenido a un sindicalista. Más adelante, a la altura del Artium, volverán a vivirse momentos de tensión poco después. «¡Menos Policía, más trabajo!».

La marcha arranca y avanza lentamente. Y pasará más de una hora hasta que abarrote la Virgen Blanca. Tres camiones con banderas de Hiru reciben a los miles de manifestantes desde debajo de la balconada de San Miguel. Desde las cabinas la imagen de la plaza seguro que es espectacular. Tras el acto central, los integrantes de los piquetes se retiran un rato a reponer fuerzas. La huelga no ha acabado y por la tarde hay nuevas quedadas y movilizaciones.

Debate en la calle

Escenas similares se vivieron ayer en todas las ciudades y pueblos de Hego Euskal Herria. En todos ellos, el paso de los piquetes por las calles originó no pocos debates, como se puede imaginar. Por ejemplo, en la Plaza Nafarroa Beherea de Gros, en Donostia, la propietaria de un comercio acusaba a los sindicatos de la situación creada: «A mí no me ayuda nadie, ni el Gobierno ni vosotros ni nadie. Sólo salgo adelante con mi esfuerzo».

Desde el piquete, por contra, intentaban explicarle que las reformas emprendidas afectan a todos. Uno de sus miembros de más edad le decía: «Mira, si a mí me bajan el jornal tampoco voy a poder ir a tu tienda, ¿entiendes? Así que tenemos que luchar todos». La mujer se marchó con cajas destempladas -«A la mierda todos»- mientras el piquete le instaba a seguir debatiendo el tema. El debate siguió en tono vivo entre los vecinos que habían asistido al cruce de palabras. «La gente quiere todos los derechos pero sin luchar por ellos, y eso no es posible», remachaba una mujer.

 

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