La lotería de los penaltis premió con la mejor clasificación de su historia -había llegado en tres ocasiones hasta los octavos, en México 1986, Francia 1998 y Corea-Japón 2002- que tuvo la virtud de la fidelidad a las ideas que le habían permitido colarse en octavos de final. Ante un Japón que basa todo su juego en la presión avanzada y el derroche físico de sus futbolistas, la selección guaraní supo imponer su ritmo lento, su contundencia defensiva y la competitividad para tocar su techo.

Crecido tras su gran partido ante Dinamarca, Japón comenzó más enchufado el partido. Para los nipones el partido de ayer también era la oportunidad de alcanzar su mejor clasificación en un Mundial y trataron de imponer su ritmo en el comienzo del partido. De hecho, suya fue la mejor oportunidad del partido, en un remate desde la frontal del área de Matsui, que fue escupido por el mismo larguero que, 100 minutos después, cortó las alas a los asiáticos en la tanda de penaltis.

Control paraguayo

Incomodados por la presión nipona, Paraguay apostó por tratar de reducir la intensidad del partido, confiando en alguna acción de sus puntas o una jugada a balón parado, donde mostrar su poderío aéreo. El talentoso Lucas Barrios tuvo la mejor opción para los suyos tras una buena pared con Riveros, pero erró en el remate final.

Santa Cruz, en un remate tras una jugada embarullada para Paraguay, y Honda en una jugada en la que pecó de individualismo cerraron el cómputo de oportunidades del primer tiempo y prácticamente de los 75 minutos, incluida la prórroga- que se disputaron después.

Ninguno de los dos equipos se decidió a arriesgar demasiado tras el descanso, se impuso el miedo a cometer un error, y la calma tensa se mantuvo en la reanudación, olvidándose por completo del ataque y de las ocasiones claras.

El técnico argentino de Paraguay, Gerardo Martino, fue cambiando paulatinamente a sus jugadores más ofensivos sin demasiada intervención en el juego, mientras que Japón introdujo más delanteros, pero renunció al centro del campo, con lo que los balones volaban de una a otra área sin demasiado orden, confiando en alguna oportunidad a balón parado.

El miedo fue a más en el tiempo extra, aunque quizá sí que Paraguay tuvo algo más de iniciativa y de peligro con un Haedo Valdez bastante activo, pero Kawashima estuvo correcto en el poco trabajo del que dispuso.

Los dos dieron por bueno el jugársela a penaltis y la tanda perfecta de los paraguayos hizo que el balón lanzado al larguero por Komano supusiera hacerse el harakiri.