Izaskun Larreategi Santi Brouard Taldea
Asaltar el cielo
Lenin, cariñosamente, reprendía a Bujarin por no entender la dialéctica como interrelación de múltiples factores en proceso cambiante, ya que, simplemente, aplicaba la lógica formal o un cierto sentido común en sus análisis. ¡Cuánta razón tenían aquellos señalamientos! Porque, evidentemente, la vida cambia, las condiciones y circunstancias también, a nivel local y universal, en el espacio y tiempo, en lo personal y colectivo.
En nuestro contexto, con frecuencia indeseada, se recurre también a la lógica formal para, por ejemplo, sacralizar o condenar una forma de lucha como si por sí sola determinara el desarrollo de la estrategia.
Con perspectiva dialéctica, pues, intentaremos aportar, con inevitables limitaciones y a grandes rasgos, algunas razones para entender el notable acierto que implica profundizar y extender una alianza soberanista de carácter estratégico entre distintas y complementarias fuerzas políticas, sindicales y movimientos sociales de Euskal Herria, escenificada el pasado 20 de junio, en el Palacio Euskalduna de Bilbo.
Para ello, en primer lugar y como punto de partida, queremos recordar y reconocer el esencial valor estratégico de aquella parte fundamental de la juventud vasca identificada con el derecho a la soberanía de su pueblo, cuando en los primeros años sesenta del siglo anterior, en las difíciles condiciones de la «guerra fría» y una dictadura genocida, fue capaz de encender la llama en la conciencia colectiva para alumbrar, en medio de enormes dificultades e infinitas contradicciones, un proyecto histórico nuevo. Se estaba posibilitando, conscientemente, el nacimiento del Movimiento de Liberación Nacional de Euskal Herria como agente transformador de nuestra realidad. Y lo hicieron a manera de alternativa al concepto de los partidos clásicos y tradicionales. Por su contenido y formas, se estaban facilitando las condiciones para garantizar el carácter de sujeto insustituible del pueblo trabajador para la conquista de su propia soberanía. Desde ahí comprendemos y compartimos el recorrido, con errores y aciertos, que hasta hoy ha practicado la izquierda abertzale en su conjunto. Un camino pleno de vicisitudes y cargado de intereses y sentimientos muchas veces divergentes pero comunes, por otra parte, a las naciones oprimidas del mundo que han luchado y luchan por su independencia.
En ese sentido, evocamos con satisfacción cómo se produjo en el mismo tiempo y distinto espacio, al calor del triunfo de la Revolución cubana, la organización en América Latina de numerosos movimientos de semejante contenido con sus específicas características. Y, porque se dieron aquellas formas de entender y abordar la lucha contra el Imperio, hoy tenemos delante un prometedor cambio en la relación de fuerzas a favor de las mayorías empobrecidas de aquel continente. Asistimos ya al cumplimiento de la sabia premonición del líder indígena boliviano Tupac Katari, que sentenció antes de morir asesinado por los españoles: «A mí sólo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones».
Efectivamente, llegó, poco a poco, la formidable marea humana que acabó con la República de criollos y cholos mestizos serviles de los colonialistas españoles y del imperialismo norteamericano. Hoy son las naciones indígenas, cargadas de dignidad y razón histórica, representadas por Evo Morales Ayma, máximo dirigente del Movimiento Al Socialismo, las protagonistas en la construcción del Estado Plurinacional de Bolivia. Son la expresión de la Patria Grande que soñó Bolívar. La misma que proyectó el Ché cuando inició la lucha guerrillera en la cordillera andina, poco después de manifestar ante la Asamblea de las Naciones Unidas: «Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados, la van a escribir las masas progresistas, los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina». Palabras que se harán realidad, con otras formas de lucha, unos años más tarde. Aquí y ahora, en las fértiles tierras de Euskal Herria, nos toca también descubrir, sobre el terreno abonado por los últimos cincuenta años de lucha, nuevos caminos hacia el estado soberano y el socialismo. Si bien es cierto, como aprendimos de los hermanos Etxebarrieta, que nuestra prioridad, invariablemente, ha de residir en la confianza en las propias fuerzas, sabemos que en el proceso hacia el socialismo del Siglo XXI no estamos solos. Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador... están abriendo camino ya.
En esta nueva fase a nivel mundial, atravesada por una crisis estructural del capitalismo financiero, ejemplo de la corrupción generalizada del sistema capitalista que aún sobrevive por el aplastamiento, explotación y marginación del llamado Tercer Mundo, expresión de la máxima violencia terrorista y responsable de los males que sufre actualmente la humanidad, debemos acometer con valentía y creatividad un cambio radical en la utilización de las formas de lucha para enfrentar con éxito los nuevos desafíos. La izquierda abertzale tiene en la experiencia de lucha su fundamental patrimonio. Es la hora, por tanto, de honrar a quienes lo dieron y dan todo, porque fueron y son -ellas y ellos- quienes en realidad pueden garantizar la irreversibilidad del proceso histórico de liberación del pueblo vasco.
Asimismo, es tiempo también de ennoblecer con legítimo orgullo el trabajo honrado y eficaz de los miles y miles de concejales, alcaldes, diputados, sindicalistas, militantes por la euskaldunización y la cultura en sus múltiples vertientes y de la juventud internacionalista alegre y combativa. Cientos de miles, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, con energía y convicción sobrada para «asaltar el cielo», que en este momento y en nuestro pueblo quiere decir abordar una colosal ofensiva política, civil y democrática por nuestros irrenunciables derechos. Como bien dijera Arnaldo Otegi, la izquierda abertzale no nació para resistir, sino que emergió con vocación de ganar la independencia y el socialismo para Euskal Herria en solidaridad con todos los pueblos del mundo.