Volver de la mano de Katharine
IIratxe FRESNEDA
Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Recojo el testigo que Iñaki me cede tras haber compartido este espacio durante todos estos meses. Deseo que le vaya bien en sus nuevos proyectos y espero encontrarme con el pronto, en alguna sala de cine quizá. Por lo que a mí respecta, aquí me tenéis de nuevo, con energías renovadas y con ganas, muchas ganas de escribir, de compartir ideas y puntos de vista. Decía Katharine Hepburn que «si haces siempre lo que te interesa, por lo menos habrá siempre una persona complacida» y ese será mi lema a seguir a la hora de teclear estas líneas, aunque espero que seamos más de dos los complacidos...
Precisamente con ella es con quien quiero iniciar esta nueva singladura. El pasado 29 de junio se cumplían siete años de su fallecimiento y, con esa magnífica excusa, un canal de televisión vía satélite homenajeó a la de Connecticut y pasó «Hepburn: Todo sobre mi», un documental sobre esta actriz de personalidad arrebatadora. Una cinta en la que la ganadora de cuatro Óscar repasa con nostalgia su vida privada y su carrera aportando fotografías personales, anécdotas. Algo complicado de conseguir si se trata de Hollywood, porque los estudios además de sus guiones también se han inventado las vidas de sus actores. Desde aquella leyenda acerca de los exóticos orígenes de Theda Bara (vamp del cine mudo) hasta los ambiciosos romances que surgen rodaje tras rodaje y que acaban tras la promoción de la película de turno. Las historias de amor resultan ya tan poco creíbles que cuando tenemos un pedacito de verdad surgida del entorno de la fábrica de sueños nos cuesta creérnosla. Quizá la historia de Katherine se halle fuera de la trama hollywoodinese. Ella fue una de las grandes, diferente a las demás, siempre enfundada en sus pantalones, con el mínimo posible de maquillaje. Decían que era veneno para la taquilla y obras de arte de la comedia como «Bringing up baby» (aquí, «La fiera de mi niña») fueron machacadas por la crítica por la mera presencia de la actriz. Títulos como «Damas del teatro», «Historias de Filadelfia» o «La costilla de Adán» la han convertido en un mito y su historia de amor junto a Spencer Tracy, en alguien admirable. Resulta enternecedor escucharle decir de qué modo tan poco convencional para la época mantenían su relación. En el documental vemos el final de la vida de una estrella que padece una enfermedad (ella negaba que fuera Parkinson), que la hace más vulnerable. Elegante y enérgica, una anciana de pelo cano recogido en un moño nos habla de su aventura vital y profesional, saboreando los momentos que la memoria parece regalarle. No parece idealizar nada, parece más sabia que nunca, agradecida de haber vivido su vida. Envidiable despedida.