Para hablar de la saga «Crepúsculo», hay que empezar obligadamente por las cifras millonarias que mueve. La primera entrega recaudó en todo el mundo 350 millones de dólares, y la siguiente, «Luna nueva», dobló esa cantidad con casi 700 millones, que quedarán muy por debajo de lo que espera recaudar «Eclipse». A juzgar por las colas de días que hicieron los fans para el prestreno en el Teatro Nokia de Los Ángeles, todo indica que este fenómeno adolescente va a más.

La productora independiente Summit se está haciendo de oro, gracias a la rentabilidad de sus producciones, que cuestan infinitamente menos de lo que ingresan. «Eclipse» ha sido la más cara de las tres películas realizadas hasta ahora, y ha costado entre 50 y 65 millones, que habrán de incrementarse por fuerza para el desenlace final, dividido en dos partes, que serán dirigidas por un cineasta tan cotizado como Bill Condon.

Por muy mareantes que resulten estos números, hay que aclarar que solamente constituyen un apartado del negocio contable, puesto que las verdaderas ganancias están fuera de las salas de cine, sobre todo en la asociación con la industria de la moda. Summit ganó una cuantiosa demanda a un firma de ropa que vendió, de forma no autorizada, modelos inspirados en los que lució Kristen Stewart en la película inicial.

La actriz, que acaba de cumplir los veinte, ha cobrado por «Eclipse» 6 millones de dólares, dentro de un contrato blindado que supone el control sobre sus derechos de imagen. Todo está atado y bien atado, así que es raro que alguien se atreva a rechazar una oferta de trabajo como ésta, por muy esclavizadora que sea. Ello nos facilita el trabajo, ya que no es necesario perder el tiempo intentando adivinar las razones por las que un cineasta tan prometedor como el británico David Slade, que tanto impactó con su ópera prima «Hard Candy», ha acabado haciendo fantástico «light» para adolescentes nada exigentes. Por lo menos ha prometido más acción y estética sombría.