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Eszenak

Por encima de nuestras posibilidades

Josu MONTERO

Escritor y crítico

Hace unas semanas terminé esta columna con un interrogante bien retórico: el teatro -como todo- sirve a quien le paga, ¿quién paga al teatro?, venía a preguntar. Un militar dijo aquello de que cuando escucha la palabra cultura echa mano a la pistola; un político más avispado afirmó que, cuando escuchaba la dichosa palabreja, a lo que echaba mano era a la cartera. Pero ahora las carteras de las administraciones públicas están vacías. Por lo visto -hay que joderse- hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y es preciso purgar nuestros pecados. Cuando a principios de siglo Argentina quedó sumida en el caos financiero y económico, el teatro allí no sólo no se hundió, sino que vivió un momento vibrante de espléndida creatividad y de búsqueda de nuevas formas de financiación y distribución. Talentos como los de Veronese, Daulte o Tolcachir se fraguaron en la necesidad.

Pero estamos en la vieja Europa, donde el mecenas Estado paga a los artistas; no a todos, claro. Además en la Comunidad Autónoma Vasca el cambio de modelo productivo y social pasó de la industria a los servicios, y por lo tanto a la cultura como locomotora económica: ladrillo, titanio, turismo, negocio. El caso es que en esta Disneylandia en la que nos hemos convertido en turistas en nuestra propia casa, en perplejos y festivos espectadores/usuarios de monumentales edificios y de colosales espectáculos, las cosas van a tener que cambiar, y es que...(vamos con el estribillo)... hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Hay más, muchas más infraestructuras que llenar de contenido y menos, mucho menos dinero para hacerlo, y un montón de funcionarios culturales que seguir pagando. Ya no se trata de racionalizar la distribución del gasto, de un gasto cultural grandilocuente al servicio del crecimiento económico especulativo y de la espectacularización de la cultura y de la vida, se trata más bien de cambiar de modelo, y ponerlo al servicio del individuo y de la comunidad. Ingenuo que es uno.

El presupuesto del departamento de Cultura del Gobierno Vasco es de 296 millones de euros, que ha de ser reducido a causa de la crisis en un 5%. El recorte se realizará preferentemente en el capítulo de subvenciones, para salvaguardar el destinado a inversiones. Más de la mitad de esos millones se los come EITB; en concreto, 150. El Guggenheim se lleva más de 6,5. La flamante y hueca Alhóndiga Bilbao, además de los 75 millones de euros gastados -invertidos, le dicen- se chupará cada año unos 12 millones, éstos del ayuntamiento de la Villa. El Ayuntamiento de Donostia ha optado por redimensionar el proyecto Tabakalera -menos mal que no son bilbaínos-.

Hace un par de semanas Bilbo celebró su 710 cumpleaños con más de treinta macroespectáculos de teatro, música y danza quemados a modo de catártica traca en una sola noche, la Noche Blanca. La directora de Fundación Bilbao 700-III Millenium -la pretenciosidad del nombrecito es bien significativa-, Begoña Salinas, declaró a la prensa: «La cultura nunca es un gasto, sino una inversión a medio y largo plazo. Apostamos por la calidad y huimos de las pequeñas cosas que no van a ningún sitio, de los pequeños proyectos que no sirven para nada». Más claro agua. Agua, agua...

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