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Raimundo Fitero

Razones políticas

Se ha llegado a un tal grado de estulticia política que los responsables de gobiernos, los altavoces de los partidos políticos, ante cualquier respuesta de la ciudadanía, los sindicatos u otros partidos políticos a sus decisiones de gobierno, les llaman de manera despectiva y como para descalificar que se hacen por «razones políticas». Claro está. Ante las decisiones políticas de unos, respuestas políticas de los afectados. Y está claro que los sindicatos, cuando emprenden movilizaciones, lo hacen por razones políticas, que tienen que ver en casi todas las ocasiones por la incidencia negativa en el futuro laboral de la gran mayoría de los ciudadanos.

Es la degradación actual, la falta de entidad política de quienes están al frente de las maquinarias de los partidos y sus delegaciones en los gobiernos, asusta y demuestran la falta de profundidad política, y se pronuncian con una frivolidad digna de un cinismo inusitado al acusar a alguien de actuar por razones políticas, motivos políticos o intenciones políticas. Eso es precisamente el juego político, de eso se trata, de discutir en términos políticos, y hay que recordar a estos aparentemente apolíticos que viven de la política, que no existe un limbo técnico, ni burocrático, libre de estar contaminado por razones, impulsos o consignas políticas.

He intentado no escribir ideas políticas, porque a estas alturas de este partido me parece ya casi una utopía, y sobre todo, encontrarlas en los actuales dirigentes de los partidos políticos hegemónicos o aupados al gobierno por leyes sospechosas de poca inspiración democrática. Menos mal que de repente en La 2, un lunes por la noche emiten la película basada en hechos reales titulada «Atrapa el fuego» que nos demuestran las razones políticas de Mandela y los suyos para luchar contra los boers, contra la represión criminal del régimen del Apartheid; del sufrimiento y dolor que debieron sufrir para lograr por todos los medios de lucha la liberación de su pueblo. Buena película, llena de buenas razones políticas. Sí, luchar por lo tuyo, es una magnífica razón política. Y negarlo con la violencia estructural, una malísima sinrazón política.

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