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Oihana Llorente Periodista

Lección de resistencia

Los 10.958 posteriores tampoco han sido mucho más cordiales. Todos y cada uno de esos días los ha pasado a cientos de kilómetros de su hogar, en un diminuto espacio donde el horizonte no tiene razón de ser y las condiciones de vida no entienden de humanidad.

Sus familiares, aquellos que llevan tres décadas viajando cada fin de semana, los mismos que el sábado portaban con entereza la pancarta en Zornotza, son, como lo es Gatza, la viva imagen del compromiso.

Al igual que el preso más longevo, Arkaitz Agirregabiria, arrestado dos meses atrás, que ha estrenado su cautiverio con una dura lucha en protesta por el aislamiento al que lo tienen sometido. Hoy cumple un mes sin ingerir alimentos y tiene la determinación de mantener su lucha hasta que su reivindicación sea atendida.

Agirregabiria y Gatza son sólo dos ejemplos de todo un colectivo en lucha. Los más de setecientos presos que conforman este Colectivo emprendieron el pasado enero una dinámica de lucha en la que emplean lo poco que está en su mano para pelear. Los pocos minutos en el exterior de la celda, las comunicaciones con sus seres queridos... son capaces de renunciar a todo ello por el bien común, por aportar su granito de arena a la resolución del conflicto que vivimos y que tanta angustia genera.

Por el contrario, no es tarea fácil encontrar relevos para alzar este testigo de lucha en la sociedad. La comodidad en la que vivimos, aunque sacudan tiempos de crisis, parece hacer mella y condicionar la capacidad movilizadora. Hay que tener claro, sin embargo, que el proceso que nos permita alcanzar el ejercicio del derecho de autodeterminación sólo será una realidad si agentes y ciudadanos lo alimentamos, lo labramos y lo tejemos sin descanso y con confianza.

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