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Xabier Makazaga Miembro de Torturaren Aurkako Taldea

¿Manuales para denunciar falsas torturas?

En la sentencia de la Audiencia Nacional que impuso condenas de miles de años de cárcel por el atentado de la T4 de Barajas, los jueces desacreditaron las denuncias de torturas con dos razones que voy a mostrar son absolutamente falsas: el contenido del manual de ETA «Atxiloketari aurre eginez» y el de una carta a todas luces manipulada de un dirigente de la misma organización. Razones ambas que los torturadores españoles y sus cómplices comparten con los estadounidenses que también se sirvieron con el mismo objetivo de un manual redactado en árabe conocido como «Manual de Manchester».

En efecto, tanto la Casa Blanca como el Pentágono y el Departamento de Estado repitieron sin cesar (sobre todo, durante los peores momentos del escándalo de las torturas en Abu Ghraib y Guantánamo) la alegación estándar de que «es importante tener en cuenta que los manuales de entrenamiento de Al Qaeda enfatizan la táctica de hacer falsas alegaciones de abuso». Sin embargo, el único ejemplo concreto que hayan mencionado nunca han sido un par de frases del último capítulo del «Manual de Manchester», el 18, titulado «Prisiones y centros de detención» que habla del comportamiento que deben mantener una vez encarcelados, y apenas trata el tema de la tortura.

El que sí lo hace muy ampliamente (14 páginas) es el capítulo anterior, el 17, que se titula «Métodos de tortura», y cuyo contenido es esencial para poder interpretar en su verdadero contexto las escuetas referencias a la tortura contenidas en el siguiente. Precisamente por ello fue inaccesible en la red durante muchos años, para que los ciudadanos conocieran de ese manual únicamente lo que a las autoridades les interesaba, y aceptaran así la interpretación descaradamente manipulada que les interesaba dar a éstas, según la cual los miembros de Al Qaeda son instruidos para denunciar falsas torturas.

Ese capítulo 17 del manual dice, por ejemplo, que el militante «puede verse obligado a confesar bajo tortura mientras se encuentra en custodia policial. Una vez ante el juez, sin embargo, debe decir que ha sido torturado, negar todas las anteriores confesiones, y pedir que se repita el interrogatorio». Y ello a pesar de todas las amenazas y chantajes que pueda haber sufrido para que se abstenga de denunciar las torturas y ratifique ante el juez la declaración policial.

En los extractos del manual de ETA «Atxiloketari aurre eginez» dados a conocer por los media españoles se menciona precisamente el mismo consejo, y ninguno de esos grandes medios de comunicación ha explicado nunca en qué se basan para llegar a la conclusión de que dichos extractos desacreditan la veracidad de las denuncias de torturas. No es nada de extrañar que se hayan abstenido de hacerlo, porque ni siquiera esos escogidos extractos se prestan a ser fácilmente manipulados. Y el día que se conozca el manual completo, seguro que la manipulación quedará aún más al descubierto, como también sucedió en el caso del «Manual de Manchester».

Por ejemplo, así recogió y explicó «El País» el contenido del manual (los entrecomillados son citas literales del mismo): «Sé listo, no vas a ser devuelto otra vez a comisaría (...). Lo peor ya ha pasado. Por tanto, decirle al forense que escriba que te han torturado tanto física como psicológicamente». Porque los etarras son conscientes de que, una vez llegados a la Audiencia Nacional, «la pesadilla ha terminado», no van a ser devueltos a «manos del enemigo», es decir, a los agentes que les han interrogado, y que éstos no van a cumplir «las amenazas y chantajes que te han hecho en comisaría: todo eso es mentira». Por tanto, deben decir: «Todo lo declarado en dependencias policiales es mentira. Son declaraciones hechas bajo tortura».

Si se analizan esos extractos, se ve que ETA se limita a pedir a sus militantes que, si son torturados, y saben de sobra que en el Estado español lo van a ser con toda probabilidad (sí al menos si los policías conocen la militancia de los detenidos en ETA), denuncien ante el juez todo lo sucedido, superando las amenazas y chantajes que van a sufrir para que no lo hagan. Y que también lo denuncien ante el médico-forense, una vez que se encuentren en la Audiencia Nacional (cuando osan denunciar antes lo que les están haciendo, bien que sufren las consecuencias en cuanto se va el forense).

Por eso, pone especial empeño en describir los calabozos de la Audiencia, para que sus militantes sepan con absoluta seguridad que, usando sus propias palabras, «la pesadilla ha terminado» y que no se trata de un simulacro tras el cual van a pagar con creces toda posible denuncia. Una vez en la Audiencia, pueden sentirse relativamente a salvo de las amenazas y chantajes (relativamente, porque si no los encarcelan pueden volver a detenerlos y torturarlos), y osar denunciar al fin las torturas.

No cabe en absoluto interpretar lo que dice el manual de otra manera, pero dado que la manipulación les resultó sencilla a los estadounidenses, los españoles parece que decidieron hacer otro tanto: filtraron unos extractos del manual, traducidos, y los media se encargaron del resto con sus manipulados titulares. El de «El País» fue «El manual criminal de Portu y Sarasola», y en el artículo se afirmaba que ambos «se han acogido sin fisuras al manual para denunciar torturas que les fue facilitado por la organización terrorista». Misión cumplida.

En cuanto a la segunda falsa razón de los jueces se refiere, los torturadores estadounidenses y sus cómplices también tergiversaron otra frase del «Manual de Manchester»: «Antes de ejecutar una operación, quien la dirige debe instruir a sus operativos en cuanto a lo que deben decir si son capturados», para dar a entender que los miembros de Al Qaeda se aprendían de antemano de memoria las denuncias de tortura. Y los españoles parecen haber vuelto a copiarles la idea dado el modo como han utilizado la carta que menciona la sentencia por el atentado de la T4, donde se habla de «la importancia que tiene el tener preparada la cantada, igual que hacía el talde de Igor, prepararla juntos y repetirla».

Cuando filtraron esa carta manipulada de un dirigente de ETA, resaltaron que así quedaba demostrado que Igor Portu y Mattin Sarasola se habían aprendido de antemano sus alegaciones de torturas. Ahora bien, no cabe la menor duda de a qué se refieren los militantes de ETA cuando utilizan la palabra cantada: a lo que se canta en manos de la Policía y no, en ningún caso, a las denuncias de torturas. Y es evidente que lo que se esfuerza por aprender de memoria todo aquel que sabe se habrá de enfrentar al tormento no es desde luego una falsa denuncia de torturas, sino las mentiras que intentará colar a los torturadores cuando le sea imposible continuar soportando el tormento: la cantada.

Los torturadores españoles, por ejemplo, repiten ufanos a sus víctimas que «todos cantan y como tú también terminarás por hacerlo más te vale empezar cuanto antes y así te ahorrarás sufrimientos», por lo que todo militante de ETA sabe de sobra que la única manera de evitar entregar valiosas informaciones a sus captores es preparando de antemano la cantada en grupo, pues para que funcione es imprescindible evitar toda contradicción entre lo que vaya a cantar cada uno de ellos.

Ése es el contenido de los manuales, en lo que a la tortura se refiere, de toda organización revolucionaria que debe enfrentarse a dicha terrible lacra: descripción de los métodos que vienen siendo utilizados contra sus militantes; recomendaciones sobre cómo hacerles frente, particularmente preparando en grupo la cantada; importancia de denunciar las torturas pese a las amenazas...

Lo que desde luego no se encuentra en esos manuales es ninguna consigna para denunciar falsas torturas ni nada que se le parezca, por mucho que insistan en ello los torturadores y sus cómplices; ni en el «Manual de Manchester», ni en el de ETA, ni en ningún otro similar. Y quienes pretendan lo contrario que hagan el favor de presentar pruebas concretas, no burdas manipulaciones.

En cambio, los manuales de los torturadores no necesitan ser manipulados ni tergiversados, porque hablan por sí solos. Y para muestra, ahí están los de la CIA o el recientemente descubierto documento interno de la Guardia Civil.

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