Los somalíes que se instalaron en Kampala para huir de la guerra civil en su país tienen miedo de convertirse en chivos expiatorios tras el doble atentado reivindicado por los islamistas somalíes Shebab, y que su largo proceso de integración se vea replanteado.

«Obviamente, las cosas cambiarán», asegura Abdul Mohamed Shirre. «Toda la comunidad somalí va a estar en guardia. Ahora vivimos con miedo, aunque no hayamos cometido ningún crimen», agrega este hombre que regenta una pequeña tienda en Kisenyi, un suburbio pobre de Kampala donde habita la mayoría de exiliados somalíes.

Farah Mohamed Ali teme represalias, «todo es posible», pero dice que no piensa ni por un instante en salir de Uganda. «Mientras mi país arda, yo me quedo», afirma.