Raimundo Fitero
¿De qué hablan?
Los vicios son difíciles de combatir, y en cuanto veo un debate televisado debo recurrir a todos los trucos de desintoxicación inventados para no quedarme durante un rato, unas horas, unos días, unos meses o unos años pegado al televisor para escuchar exposiciones, réplicas, dúplicas, y todos esos juegos verbales que deberían servir para entender el futuro. Pero cuando se trata de estos politicastros actuales, uno acaba a los diez minutos preguntándose, ¿de qué hablan? Es más, uno se puede preguntar, ¿a qué juegan? Porque no tienen excesiva consistencia, no es que se acerquen o se alejen de la ciudadanía, es que actúan contra la ciudadanía, contra el más mínimo sentido democrático. Son representantes de la nada, y compiten por ver quién es capaz de decir más naderías, de propiciar el más profundo repudio ante tanta incapacidad dialéctica, ante tanta falta de ideas, por ser tan conspicuamente inocuos, políticos de muy baja condición.
Lo anterior es una mirada optimista, diría que cariñosa para explicar las sensaciones que pueden provocar, la impunidad con la que se ríen de los principios que dicen jurar y defender, de su cerrazón. No producen ya ni pizca de gracia. Y no sirve escuchar a dos o tres intervenientes que todavía estructuran sus argumentaciones a base de ideas que escapan a la consigna oficial. Lo que cierra toda posibilidad de esperanza en que con estos bueyes se pueda arar algo que fructifique en un futuro de mayor democracia.
La unidad de España es su obsesión. Y a partir de ahí, todo se justifica. Se insiste con formas macarras en que se impedirá la presentación de la izquierda abertzale a las elecciones. Asunto de consenso y prioritario, dicho en sede parlamentaria o en arenga ante la policía.
Todo vale, y solamente hace falta ver el tratamiento informativo al juicio a los miembros de Udalbiltza para confirmar el desprecio y la acción coordinada de jueces, políticos y medios de comunicación para crear un muro profiláctico para impedir algo cercano a una situación más o menos democrática. Los medios son correas de transmisión de las consignas oficialistas, sin pararse un segundo a pensar. ¿De que hablan? De lo de siempre.