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Iñaki Soto Licenciado en Filosofía

Lo confieso, me gusta el opio

En su análisis para «El País» sobre la final del Mundial de fútbol, Ernesto Valverde resumía de manera brillante el fenómeno del cefalópo- do Paul: «Cuando Charles Darwin escribió `El Origen de las especies' se quedó corto. Siglo y medio después de su publicación, los seres humanos de todo el planeta le preguntan a un pulpo, sí a un pulpo, quién va a ganar un partido de fútbol. ¡Y acierta! Ni el mismísimo Darwin podía imaginar que la evolución animal, o la involución humana, llegara a tanto». Los artículos de Valverde han demostrado no sólo que sabe mucho de fútbol, sino que además escribe realmente bien. No es el único. El pasado Mundial ha sido también un mundial de periodismo en el que las muchas maneras que existen de concebir el fútbol y la literatura competían entre sí. En el caso de los agnósticos libros clásicos como «Fiebre en las gradas» de Nick Hornby o «Yo soy El Diego» de Maradona pueden ayudarles a acercarse a este fenómeno de masas sin mancharse las manos.

En todo caso, si Maradona es el mejor jugador de la historia no cabe duda de que Eduardo Galeano es el mejor escritor sobre fútbol del mundo. Quizá, el mejor escritor en lengua castellana a secas. Durante los mundiales, Galeano se encierra en su casa de Montevideo y cuelga en la puerta un cartel que dice: «Cerrado por fútbol». Una vez terminada la competición, escribe un nuevo capítulo para su libro «El fútbol a sol y sombra», obra maestra de la literatura sobre el deporte rey. Antes de la cita mundialista, Galeano ofreció una entrevista al diario argentino «Página 12» (2010-6-7) en la que contaba que cuando era joven dirigió el diario «Época», un periódico independiente de izquierda. Galeano recordaba que en las asambleas el punto más duro era defender las páginas sobre fútbol, al que calificaban como «el opio de los pueblos». El escritor uruguayo critica ferozmente la industrialización del deporte, pero defiende su valor intrínseco en tanto es un juego y sigan existiendo jugadores.

Como se suele decir, lo malo no son las drogas, sino la utilización que hagamos de ellas. Y la calidad de lo que se consume. Con la literatura y el fútbol ocurre lo mismo.

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