Maite SOROA
Sobre el orgullo de ser español
L a oticia ayer en la prensa -también en la de Hego Euskal Herria- era el cara a cara entre Rajoy y Zapatero, pero aún quedaba alguno con los efluvios de la monumental que agarraron a cuenta de «La Roja». Ignacio Villa en «La Razón», por ejemplo.
Explicaba Villa que «la explosión de júbilo» desatada el domingo tiene un motivo muy, pero que muy extradeportivo: «en España había una necesidad congénita de demostrar el orgullo de ser español, la fuerza de poder exteriorizar el sentimiento nacional, el deseo de que la bandera española nos representara a todos. En definitiva, la naturalidad de pertenecer a una nación como la española con todas las consecuencias».
La necesidad nacía, según el patriota de «La Razón», de la constatación de que, hasta el domingo pasado, «ser español, alardear de la bandera de España o disfrutar con todos los éxitos de nuestra nación tenía inmediatamente una etiqueta despectiva del pasado: `facha', `pijo', `franquista' y un largo etcétera de calificativos que habían ido enterrando los sentimientos nacionales, que habían guardado las banderas en el fondo del armario». Pues, la verdad, no recuerdo ninguna actuación policial, judicial o administrativa por hacer ondear o portar la estanquera. No podemos decir lo mismo de otras banderas, ¿verdad?
Lo mejor es cuando desde el españoleo de charanga y pandereta se le intenta dar la vuelta al calcetín: «A todo esto hay que unir el trabajo machacante del nacionalismo más pueblerino y sectario, que había convertido todo lo español en un cuento de brujas y de monstruos lleno de fantasmas y de leyendas dramáticas. Durante tres décadas, desde el nacionalismo más rancio han conseguido el objetivo: todo lo español era parte del pasado, opresivo y fascista; en definitiva, un retraso. En este juego, no hay que olvidarlo, ha participado también el PSOE». En esto último creo que se ha pasado.
Y se pregunta el tío: «¿Qué nos está pasando?». Y se responde: «Los españoles hemos dicho basta. El sentimiento de españolidad ha saltado por los cuatro costados, a sabiendas de que ese sentimiento es compatible con ser catalán hasta la médula, gallego hasta las trancas y vasco hasta las raíces más profundas». ¡Venga ya!