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Llora el cielo de la Zurriola y desluce a Patti Smith en Donostia

Una Jazz Band Ball lluviosa, presidida por el concierto in crescendo que ofreció la neoyorquina Patti Smith, inició ayer la 45 edición del Jazzaldia en Donostia. El popular festival donostiarra empapará de música -sea jazz o no- la capital guipuzcoana hasta el próximo domingo, en el que Kris Kristofferson y Elvis Costello pondrán el colofón en la Trinidad.

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Anartz BILBAO | BILBO

Un cielo encapotado y una fina capa de lluvia acompañó ayer la Jazz Band Ball, en la jornada inaugural de Heineken Jazzaldia de Donostia, que esperaba con impaciencia la aparición, entre las olas de la Zurriola, de Patti Smith quién, según escribió el beat Burroughs en la entrada de una entrevista que realizó a la neoyorquina, «estuvo desde siempre en el rock n´ roll» .

Patricia Lee Smith (Chicago, EEUU, 30 de diciembre de 1946) había actuado la noche anterior en Madrid -enfundada en una camiseta `roja' con el nueve de Fernando Torres-, flanqueada por sus inseparables Lenny Kaye (guitarra) y Jay Dee Daugherty (batería) -partícipes de su banda desde mediados de los 70-, además de Tony Shanahan (bajo y teclados) y Jack Petruzzelli (guitarra).

Smith visitó, con motivo de una exposición en la que ella era protagonista, el museo Artium de Gasteiz en 2008 -actuó en el mismo junto a Gari-. Un año antes, ofreció un concierto en la sala Santana 27 de Bilbo junto a su banda actual, en un recinto que apenas puede albergar más de 1.500 aficionados y que no llenó -en Madrid fueron en torno a dos mil espectadores la noche del martes-. El evento de anoche, sin embargo, era harina de otro costal y la organización preveía una asistencia en torno a los 25.000 oyentes.

Una organización que miraba al cielo, preocupada desde la mañana con el color que estaba tomando el cielo de Donostia. Miguel Martín -el director-, con dos breves notas en su blog al mediodía y en la sobremesa, narraba los avatares del Escenario Verde -lo forraron completamente con plástico-, y relataba cómo más que la lluvia era el viento, que sopla fuerte desde el mar, el peligro principal, por su capacidad de calar poco a poco los instrumentos -poniendo en peligro de electrocución así a los músicos-, haciendo inviable el previsiblemente mágico directo de Patti Smith y dando al traste con la ilusión de miles de aficionados al rock.

Sin embargo, el nublado cielo de la Zurriola ofreció una tregua cuando comenzó el concierto. Con un ambiente fresco, la noche se presentaba agradable. Puntual apareció Smith -a las 21.30-, diciendo estar contenta de estar de vuelta, mientras el público congregado en el Espacio Frigo aun ovacionaba a Mari Boine, que saldó con su actuación la deuda que adquirió el pasado año con el público donostiarra, al tener que cancelar su actuación.

Con «Rodeo Beach» sonando cálida -estando en la Zurriola no podía comenzar de otra manera-, una marea humana se acercaba aun a la playa rodeando el cubo pequeño del Kursaal. Con un volumen correcto y un sonido aceptable, suena después «Space Monkey», mientras alguien en la banda hace el mono. Los jóvenes en la arena y los mayorcitos en el paseo, la gente sigue expectante, menos unos pocos miles de incondicionales, agolpados en las primeras filas con las manos en alto. Smith aprovecha para saludar entre tema y tema. A sus 63 años de edad, se lo toma con tranquilidad. Tras una bonita balada homenajea a The Rolling Stones ralentizando su préstamo, «Play with fire» (media hora de concierto para cinco temas). Pero no fue con fuego sino con el aguacero con el que jugó ayer la neoyorquina y, permanentemente in crescendo, para cuando sonaron «Because the night» o la reivindicativa «People have the power», la marea baja comenzó a subir. En la Zurriola volvía a llover e igual que llegó, la audiencia partió incesante en busca de refugio.

Tras la actuación de la poetisa Smith, la jornada inaugural, exenta de conciertos de pago, silenció la noche tras la actuación de la singular orquesta japonesa de Shibusa Shirazu, una vez finalizadas las actuaciones de la sami Mari Boine en el Espacio Frigo y de Supersilent en la Carpa Heineken, reducto de pequeñas exquisiteces.

Arturo Sandoval

Hoy el protagonismo recalará en Ron Carter, quien recibirá el Premio Donostia Jazzaldia en su actuación de la plaza de la Trinidad. El veterano contrabajista, que abrirá la plaza jazzística por excelencia del festival, se acompaña de Russell Malone a la guitarra y Mulgrew Miller al piano en su Golden Striker Trio. El veterano y prestigioso músico compartirá escenario con un joven y sorprendente trompetista, Christian Scott, quien con su último lanzamiento, «Yesterday You Said Tomorrow», ha llamado la atención tanto de los aficionados al jazz como del rap, ahí es nada.

Para entonces, otro trompetista, Arturo Sandoval, habrá finalizado su directo en el Teatro Victoria Eugenia, con todas las entradas vendidas. Programado como sexteto, la organización anunciaba ayer que, al no viajar uno de sus músicos, el de Miami actuaría en quinteto. Quién sí le acompañará es el saxofonista Ed Calle, nacido en Caracas, cuya madre -según narraba el director del Jazzaldia en su interesante blog-, nació en Donostia.

Por lo demás, y en cuanto a las actuaciones al aire libre, la Carpa Heinekin acoge la actuación de The Hot Wok, de Gasteiz, junto al disc jockey Parrucho, y la de Dynamic Trio. Al lado, y con idéntico horario, R. S. Factor y The Funk On Me se apoderarán del coqueto y siempre repleto Espacio Frigo y el escenario en la arena, el Verde, lo ocuparán, atención, The Morning Benders y These New Puritans -interesante cuarteto británico-. No por conocida deja de ser lamentada la baja de Mulatu Astatke & The Heliocentrics, pues el etíope había suscitado notable interés. Quizá, como ayer en el caso de Mari Boine, el próximo año pueda cumplir con los aficionados a los ritmos más africanos.

Además, conviene estar atento a los conciertos sorpresa que la organización pone en marcha por vez primera, y cuyo emplazamiento, así como el protagonista musical, anunciará la medianoche anterior vía Facebook.

«BECAUSE THE RAIN»

La lluvia, que ofreció una tregua en la Zurriola al inicio del concierto de la neoyorquina, volvió a hacer acto de presencia después, para deslucir el concierto in crescendo del icono del rock & roll Patti Smith.

RON CARTER

El veterano contrabajista recibirá el Premio Donostia Jazzaldia hoy en la plaza de la Trinidad, donde actuará con su Golden Striker Trio y compartirá escenario con el joven trompetista Christian Scott.

Una reivindicación musical por la cultura sami

La cantautora Mari Boine tiene una voz única que la hace reconocible inmediatamente. Una voz que pudo escucharse en el concierto que dió anoche en Jazzaldia. Horas antes de su actuación, una rueda de prensa abarrotada de cámaras y periodistas, a los que atendió gustosamente. No quiso además, marcharse sin escuchar hablar euskara y pidió, en alguna ocasión, que la pregunta realizada en castellano se la repitieran en ese idioma «maravilloso que suena tan diferente». Quizá fuera porque Boine es sami, y sabe lo que es pertenecer a una cultura minoritaria.

Mari Boine nació en 1956 en un pequeño pueblo lapón, en el seno de una familia sami pescadores de salmón. No veía nada especial en ello hasta que llegó a la escuela y vio que el resto de compañeros eran de origen noruego. Fue en esa etapa, siendo apenas una niña, cuando se acomplejó de su condición sami, «llegando incluso a avergonzarme de mis padres», confesó.

Pero en 1977, cuando estudiaba Magisterio, tuvo conciencia por primera vez de la historia de su pueblo, y de la necesidad de reivindicar los derechos de su tierra. Escuchó entonces a Patti Smith, su «gran heroína»: «Yo no era más que una tímida estudiante que jamás se había planteado cantar. Tras ver un concierto de ella en Alemania vi la luz y cambió mi vida». Describió ese período como «un volcán en erupción» donde las letras de sus canciones «salían hacia afuera sin cesar».

«A lo largo de 30 años he ido cerrando las heridas surgidas a raíz de la colonización que sufrimos, y a en ese proceso mis canciones han evolucionado». Así, explicó cómo sus primeras letras escondían su enfado hacia ciertos paises o la misma Iglesia. Incluso insultaba al primer ministro noruego. «Pero ya con mi música -añadió-, intento transmitir que cada una de las culturas tiene el mismo valor y que sobre todo hay que respetar las más antiguas como herencia de nuestra civilización».

Boine habló también de su último disco, «Sterna Paradisea», que a diferencia de los anteriores, no ha grabado en Noruega ni Dinamarca. «Hasta ahora el proceso de producción lo hemos hecho en paises fríos, y pensé que era hora de cambiar. Por eso llevé al equipo a un lugar cálido, y nos instalamos cerca de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica». El resultado, según indicó, son canciones alegres, más positivas que las anteriores. «Quizá el entorno terminó por influir», opinó.

De cara a los proyectos que tiene entre manos para el futuro más cercano, la artista lapona adelantó que su próximo trabajo lo publicará en inglés porque actualmente «aunque ni yo misma sepa el motivo, no me salen las letras en sami». «Pero lo que sí es seguro -continuó-, es que no faltarán los guiños a mi cultura y a mi identidad». Oihane LARRETXEA

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