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Sabino Cuadra Lasarte Abogado

Udalbiltza: crónica de un viaje de ida y vuelta

En primera persona y con formato de crónica, el autor comparte con los lectores el viaje realizado a Madrid a mediados de julio para acompañar y mostrar su apoyo incondicional a las personas encausadas en el juicio contra Udalbiltza. Un viaje en el que encuentran, en la misma capital española, hospitalidad y solidaridad por parte de quienes les acogen en sus propios hogares. Pero también la hostilidad de calles -como la que ocupa la sede del PP y en la que ondea una enorme bandera española- que huelen «a aires patrios `indisolubles e indivisibles'».

Es 14 de julio; 19.00 horas. Los sanfermines están en sus últimas cuando tomamos el tren destino a Madrid. Mañana comienza del juicio de «Udalbiltza» y viajamos para expresar nuestra solidaridad a todas las personas encausadas y, en primer lugar, a Expe, compañera de fatigas sindicales. Queremos, además, ver los entresijos de ese canto al despropósito de la no menos despropositada Audiencia Nacional: ¡para humor, el nuestro!

En el tren reproducimos la merienda del tendido de sol tras el tercer toro: bocatas, queso, vino, pastas, cerezas... Hay que entonar cuerpo y alma para las sesiones de mañana y pasado. Luego, en Madrid, gentes solidarias nos esperan y nos llevan a sus casas. «Este es vuestro piso, éstos vuestros cuartos y éstas las llaves. En la nevera tenéis de todo. Organizaros a vuestro aire», nos dicen. Las cervezas que tomamos con ellos saben diferente, tienen más sabor.

Jueves 15; 10.00 horas. Entre encausadas, familiares y amigos, unas cien personas avanzamos desde la cafetería en la que habíamos quedado hasta la sede de la Audiencia, cuyas sentencias han dejado en meras naderías las de su antecesor, el TOP franquista. Nos acompañan representantes de la izquierda abertzale, Aralar, EA, EB, ERC... Al fondo se divisa la sede del PP con una enorme bandera española cubriendo su frente. La cercanía no es solo física. La calle entera huele a aires patrios «indisolubles e indivisibles».

La sala no da para todos, así que optamos por quedarnos fuera y entrar más adelante. Hay una cafetería frente a la Audiencia, llamada «La Fábrica», pero está cerrada: ¡normal, con ese nombre y esta crisis...! Tomamos un café en un bar cercano y cubrimos con risas la kafkianidad del momento. Al mal tiempo, buena cara. Luego, al mediodía, cuando se vacía una parte de la sala, pasamos al interior. Un policía entrado en años, oficio y bigotes bronquea a otro bastante más joven por haber dejado pasar a doce de nosotros, en vez de a los diez ordenados. No sabe todavía el chaval dónde se ha metido.

Una vez en la sala, comienza el espectáculo. La letanía de preguntas del fiscal y la abogada de la acusación particular de Dignidad y Justicia es inagotable y muy poco original: «Es usted de ETA. Es usted de Ekin...». Y así hasta cien. Las peticiones van de 10 a 22 años. No se cortan un pelo.

El juicio de Udalbiltza no tiene parangón. Presenta similitudes con los anteriores del 18/98, «Egunkaria», etcétera, pero aquí hay una diferencia esencial: se está juzgando a personas electas, representantes democráticamente elegidos por la ciudadanía que no han hecho otra cosa que llevar a la práctica los mandatos recibidos y cumplimentar lo acordado por sus plenos municipales. Su actuación, además, se ha ajustado siempre a la legalidad vigente: acuerdos plenarios, publicación en el Boletín Oficial, transparencia en sus cuentas, instrumentos legales -Consorcio, Fondo...- para llevar adelante sus planes...

Por iniciativa de diferentes alcaldes de distintos partidos -PNV, EA, izquierda abertzale-, cerca de dos mil electos vascos crearon Udalbiltza, en 1999. En su asamblea constituyente fueron aprobadas cinco principios de actuación, ratificados y mantenidos durante todo el tiempo en que Udalbiltza funcionó libremente. Los planes de trabajo y actuación definidos inicialmente pasaron a ser desarrollados posteriormente: creación de un Fondo para el desarrollo de Zuberoa, redacción de una «Carta de Derechos de Euskal Herria», celebración de una «Conferencia Internacional por los Derechos de los Pueblos», impulso del «Foro de Debate Nacional»... y, junto a ello, los ayuntamientos y electos agrupados pusieron en común distintas iniciativas en el terreno del euskera, la cultura vasca, la comunicación, la educación...

Pero allá donde cualquier persona normal ve tan sólo una actuación político-municipal -todo lo discutible que se quiera, pero sólo eso-, la Fiscalía ve la mano de Belcebú: Udalbiltza ha sido creada por ETA y todos sus cargos pertenecen a la bicha. En el culmen de la paranoia, se afirma que Udalbiltza es un «Gobierno» y sus comisiones de trabajo, ministerios. Y exhaustos tras realizar tamañas deducciones, al igual que la madrastra de Blancanieves, preguntan: «Dime espejito mágico: ¿hay alguien más sagaz y más listo que yo?». Y el espejito, sin saber dónde meterse, pide la absolución de los acusados.

El viernes por la noche, entre sesión y sesión, a ritmo de salsa, bolero y guaguancó, las gentes solidarias de Madrid nos ofrecieron un sentido y amistoso acto de solidaridad que nunca podremos terminar de agradecer. De esta manera, la cerveza, el mojito y mover un poco el esqueleto nos ayudó a digerir aquella cansina letanía fiscal y la indigestión que suponía tratar como delito lo que no había sido sino una mera actuación política.

La vista del juicio -testigos y peritos- continuará la próxima semana y finalizará en septiembre. Mientras tanto, los más de diez mil manifestantes del pasado sábado 17 de julio en Bilbo se han sumado a los doce europarlamentarios, decenas de parlamentarios, cientos de electos y electas locales, partidos políticos (PNV, EA, Aralar, EB, Nafarroa Bai, Batzarre, Alternatiba...), sindicatos (ELA, LAB, EILAS, EHNE, ESK...) y colectivos sociales (ecologistas, feministas, pacifistas...) que han solicitado el archivo del caso.

El viernes por la tarde, de regreso en el tren, las ocupantes de los asientos posteriores hablaban de sus próximas vacaciones. Una chica afirmaba que tenía una boda para la que tendría que comprarse zapatos nuevos, ya que los de la anterior estaban pasados de moda. Las vacaciones las pasaría en Cantabria y Chicago, tras pasar por New York, porque, «qué quieres que te diga, chica -le dijo a su amiga-, para tiendas, las de Manhatan»; y ésta le respondió: «Pues qué casualidad, nosotros también -la acompañaba su churri- iremos en octubre a New York para ver Broadway y alguna galería y, de paso, comprarle alguna camisa a éste, que es un desastre para la ropa». Y así todo.

Mientras me cambiaba de vagón para no seguir soportando todo aquello, pensé que hay conductas y personas socialmente mucho más peligrosas que las que habían sido acusadas de execrables delitos en la Audiencia Nacional.

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