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Análisis | 10 años de Zapatero al frente del PSOE

ZP, una marca light con rayas rojas

Sólo el carácter cavernario de la derecha española puede hacer que José Luis Rodríguez Zapatero sea presentado como un izquierdista radical y un peligro para la unidad de España.

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Iñaki IRIONDO

Se ha cumplido el décimo aniversario de la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general del PSOE. Apenas nueve -o veintinueve- votos de diferencia sobre José Bono marcaron un cambio generacional y la inauguración de un nuevo talante en materia de libertades individuales, pero conservador en las colectivas.

El pasado jueves se cumplió el X aniversario de la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general del PSOE y, en el acto organizado en la sede central del partido, el hoy presidente del Gobierno español volvió a reafirmar su «optimismo antropológico». Dice que no es que viva en Babia, sino que confía «en España y en los españoles».

José Luis Rodríguez Zapatero, un diputado leonés y secretario provincial del PSOE que todavía no había cumplido los cuarenta años, llegó al XXXV Congreso del PSOE impulsado por la llamada Nueva Vía. Vendía un producto fresco a un partido deprimido por la mayoría absoluta que acababa de alcanzar José María Aznar sobre Joaquín Almunia y con una militancia que demostró estar harta de luchas intestinas entre los viejos clanes. La victoria dos años antes de Josep Borrell en la primarias frente el candidato oficial debía haber servido de aviso.

Zapatero recorrió la geografía del Estado haciendo campaña de su «cambio tranquilo». Después tuvo la suerte de ser el último de los cuatro candidatos en hablar. El más joven y el más renovador de los aspirantes a liderar el PSOE inició su alocución con un «no estamos tan mal» con el que empezó a granjearse la complicidad de muchos compromisarios.

En aquel congreso, José Bono era el candidato «oficial», el llamado a ganar. Matilde Fernández lideraba al sector «guerrista». Y Rosa Díez, como se pudo ver en la votación, se representaba poco más que a sí misma.

Paradójicamente, las guerras del pasado tuvieron mucho que ver con la apertura del futuro. Durante el Congreso, una parte del sector «guerrista» optó por la opción menos mala de Nueva Vía para impedir la victoria de Bono. Según los datos oficiales, apenas le separaron nueve votos del manchego. Según gentes que le acompañaron en su ascensión y hoy lo han abandonado, en realidad la diferencia fue de veintinueve, pero Zapatero admitió que se «corrigieran» las actas porque Bono no quería reconocer tal humillación. Primera cesión.

Una nueva generación había tomado el liderazgo del PSOE. En su discurso, José Luis Rodríguez Zapatero afirmó: «Hoy empieza el futuro. (...) Lo mejor no está en nuestras mochilas, ni en el pasado, el mejor día de nuestra vida está por llegar. (...) Os convoco a una nueva esperanza. La esperanza del 2004». Junto a él estaban sus compañeros de Nueva Vía José Blanco, Jesús Caldera, Trinidad Jiménez, Juan Fernando López Aguilar y Jordi Sevilla. Y también veteranos como Javier Solana, Alfredo Pérez Rubalcaba, Pasqual Maragall y Carlos Solchaga.

El «cambio tranquilo» y el «talante» comenzaron a tomar forma en la oferta de pactos al Gobierno de José María Aznar y la situación de Euskal Herria se colocó pronto en primer plano. A los tres días de la elección estaba pidiendo al PP la reedición del Pacto de Ajuria Enea y al siguiente, tras su visita a la Moncloa, ya había hecho suya la estrategia del Gobierno. A la semana sufría el primer golpe directo: acudía a Tolosa a la capilla ardiente del ex gobernador civil Juan Mari Jauregi, muerto en atentado por ETA.

Antes de acabar el año José Luis Rodríguez Zapatero ya había firmado con el PP y el Gobierno el «Acuerdo por las Libertades y Contra el Terrorismo» que él mismo había propuesto. Con su soporte se forjó la Ley de Partidos y la ilegalización de Batasuna. Mientras tanto, Arnaldo Otegi tenía una vía de diálogo con el presidente del PSE y miembro del Comité Federal del PSOE Jesús Eguiguren.

¿Alguien recuerda quién era el secretario de Relaciones Institucionales del primer Comité EJecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero? Nicolás Redondo Terreros, el secretario general del PSE. Y en las elecciones autonómicas de 2001 Zapatero dejó muy claro que su opción de acuerdo era el PP. El fracaso del tándem ante Ibarretxe le costó a Redondo renunciar al cargo y al PSE, afrontar su propio congreso de renovación.

Pero hay cosas que no cambian: palabras y hechos en direcciones contrarias en apenas tres meses. A finales de agosto del 2003 el Comité Territorial del PSOE apuesta en Santillana del Mar por «la España plural» y el PP se echa las manos a la cabeza. En noviembre Zapatero promete a Pasqual Maragall que defenderá en Madrid el Estatuto que saliera de Catalunya. Discursos. En diciembre José Luis Rodríguez Zapatero y Patxi López estaban en Donostia manifestándose contra la propuesta de nuevo Estatuto, convocados por Basta Ya, con el lema «Con violencia no es plan, sino chantaje. Estatuto y Constitución».

Zapatero y el PSOE comenzaban a mostrar sus líneas rojas. Su discurso de oposición era duro en algunas cuestiones sociales y contra la participación española en la invasión de Irak, pero en materias estructurales se mostraba conservador.

Entre 2000 y 2004 José Luis Rodríguez Zapatero consolidó su liderazgo en el partido pese a que a algunos sectores de la vieja guardia no terminara de gustarle su talante. A Alfonso Guerra se le atribuye haberle puesto el calificativo de «Bambi». Es probable que lo hubiera pensado, pero quien realmente lo definió así fue Pío Cabanillas, ex portavoz del Gobierno de Aznar.

En marzo de 2004 le llegó a Zapatero la hora de hacer realidad «la esperanza» anunciada en el XXXV Congreso. La campaña electoral, al margen de las cuestiones políticas, incluyó una enorme novedad, la conversión del candidato en una marca: «ZP». En las siglas de «Zapatero Presidente» podía reconocerse fonéticamente su apellido. Fue un logro electoral.

ZP se enfrentaba a Mariano Rajoy, un candidato designado a dedo por José María Aznar, no elegido por las bases del partido, ni siquiera por los barones o las élites. El PSOE recortaba diferencias al PP en las encuestas cuando en la mañana del 11 de marzo, 72 horas antes de que se abrieran las urnas, diez bombas en cuatro trenes de Madrid mataban a 191 personas.

En circunstancias normales, un atentado de estas características -el mayor habido en Europa- da lugar a que se haga una piña en torno al Gobierno. Sin embargo, el empeño de Aznar en culpar a ETA, cuando todos los indicios apuntaban a una acción yihadista por la participación española en la ocupación de Irak, provocó una especie de revuelta civil en la que sectores tradicionalmente abstencionista, muchos de ellos jóvenes, optaron por votar al PSOE. La frase de Rubalcaba en la noche del 13 de marzo, «los ciudadanos españoles se merecen un Gobierno que les diga siempre la verdad», fue entonces tan providencial como hoy resulta paradójica.

La derecha española nunca admitió de buen grado la victoria electoral del PSOE. Arrancó una campaña sobre el 11-M propagando dudas sobre la autoría, el comportamiento de las FSE y conspiraciones nunca bien definidas. Durante meses el PP se dedicó a radicalizar a su electorado para cavar una trinchera que lo separara del que opta por el PSOE, intentando impedir el traspaso de votos que siempre se produce hacia el partido que gobierna, el caballo ganador.

El comienzo de la legislatura fue impactante, al ordenar de inmediato la repatriación de las tropas de Irak. Un gesto acorde con el sentir mayoritario de la opinión pública española.

Sin embargo, no ha sido la consistencia ideológica lo que ha caracterizado el gobernar de Zapatero. O tal vez lo que ocurra es que la propaganda le vistió de una vitola izquierdista que nunca tuvo y que no figuraba, desde luego, en el manifiesto de propuestas de Nueva Vía que le aupó al frente del PSOE.

Los gobiernos de Zapatero han desarrollado mucho el ámbito de los derechos y libertades individuales con leyes como la del matrimonio gay, la de dependencia, la del aborto y un trabajo reseñable en favor de la igualdad de la mujer. Pero eso son prácticas liberales, no estrictamente de izquierda. Cualquier partido de centro e incluso buena parte de la derecha europea los comparte sin problema alguno. Ocurre que en la caverna española el más mínimo avance social parece ultraizquierdista.

Pero Zapatero ha sido incapaz de ser renovador en los aspectos estructurales. La gestión del proceso negociador con ETA, del nuevo Estatuto y la consulta en la CAV, y del Estatut de Catalunya muestran a un líder que habla mucho de pluralidad pero que sigue teniendo a la Constitución como un tótem inamovible. Por otro lado, la persecución de la izquierda abertzale también evidencia que en el terreno de las libertades políticas Euskal Herria sigue padeciendo un estado de excepción.

En el aspecto económico, es cierto que ha alentado mejoras sociales, con subidas de pensiones y del salario mínimo interprofesional. Pero no es menos cierto que nunca ha acometido una reforma a fondo que los acercara a parámetros europeos. Y ahora, en plena crisis, que es donde verdaderamente se demuestran los principios, está actuando como un derechista más. Ha inflado con millones de euros a la banca y recorta las pensiones y salarios. Los trabajadores no provocaron la crisis, pero son sus derechos los que se sacrifican en la nueva reforma laboral. No se puede decir que se hace un paréntesis en las políticas sociales para coger las recetas de la derecha «impuestas» por la UE, porque eso es tanto como admitir que la izquierda no tiene recetas propias. Y las tiene. Otra cosa es que Zapatero no quiera aplicarlas.

En el acto de celebración del X aniversario y en los últimos debates, ha insistido en que «nosotros no miramos hacia otro lado con los problemas» y en que «los ciudadanos quieren que se les digan las cosas, aunque sean difíciles». No ha sido ésa la tónica de su trayectoria. Todos recordarán su empeño en negar la crisis.

Una buena definición de la política de Zapatero la dio el ex secretario general de ELA Jose Elorrieta en pleno proceso negociador: «Ni una mala palabra, ni una buena acción». También se le puede aplicar un clásico de Xabier Arzalluz dedicado al PSOE en general: «Sus compromisos tienen menos caducidad que un yogur».

Zapatero pasa hoy por momentos complicados, pero que nadie lo dé por hundido. Tampoco iba a ganar hace diez años. Tiene la habilidad de que siempre encuentra a alguien que le saque a flote.

 
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