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Raimundo Fitero

Alarmas

Las cosas suceden dentro de un extraño concierto donde se armonizan las previsiones y las casualidades. Los accidentes acumulan en su gestación un rosario de decisiones e indecisiones que acaban transformando todos los parámetros. Con la precaución necesaria por lo que toda noticia puede tener de intoxicación o de desvío de responsabilidades, nos hemos quedado perplejos al conocer que los trabajadores de la plataforma petrolífera de BP en el golfo de México que está causando una catástrofe ecológica de incalculable trascendencia, habían apagado las alarmas para poder descansar sin interrupciones.

Es una filtración interesada, una manera de crear un manto de exculpación relativo a la empresa, a la vez que abre un abanico de preguntas, todas ellas buscando desesperadamente alguna respuesta que nos alivie de esa sensación de incomprensión que nos deja en estado catatónico. Sabemos que no existen medidas preventivas que lleven al riesgo cero, pero que se incumplan de manera reiterada las más mínimas normas de seguridad es algo que nos desencaja el sistema de confianza en nuestros congéneres. Incluso nos hace reflexionar sobre nuestra propia actitud ante situaciones que por ser habituales las vamos asumiendo como imposibles de causarnos daño y en la relajación optamos por una postura negligente sin poner en funcionamiento todos los sistemas de alarma que pueden minorizar los riesgos o los resultados de cualquier eventualidad. Y cada día hay sucesos, en el hogar, en los pantanos, en la carretera, en los puestos de trabajo que nos lo confirman. O en el plató.

Una presentadora de un noticiario taiwanés sufrió en directo un accidente muy poco previsible, como es que se junten tantas circunstancias concurrentes, casualidades poco previsibles, como para que se trague un mosquito mientras está dando las noticias y en el intento de sacárselo disimuladamente, de no interrumpir su relato se produzca una situación tan extrema como que se atragante de manera tan preocupante que tuvieron que intervenir los servicios de urgencia. Una situación inverosímil, una transformación terrorífica de aquella molesta mosca de la televisión.

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