Paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), movimiento irregular de la ultraderecha colombiana, revelaron que en varias zonas rurales del país se construyeron hornos crematorios para incinerar y hacer desaparecer a sus víctimas, según informó Telesur. De esta forma, las declaraciones de ex miembros de las AUC que han decidido colaborar con la Justicia han avalado las denuncias en ese sentido.

El ex paramilitar Iván Laverde Zapata confesó ante los fiscales de la Unidad nacional de Justicia y Paz que, además de la instalación de hornos crematorios en zonas rurales de Juan Frío, Villa del Rosario y Puerto Santander, muchas víctimas fueron arrojadas al río Cauca, en el sur del Departamento de Antioquia, en la misma época en la que el presidente saliente del país, Álvaro Uribe, era su gobernador.

Según la información difundida por Telesur, es la primera vez que un ex paramilitar hace referencia a este tipo de métodos de desaparición forzada. Ahora la Fiscalía investiga sus declaraciones y espera que otros desmovilizados aporten más datos.

A finales de la década de los 90, los comandantes de las AUC impartieron la orden de hacer desaparecer a sus enemigos «de cualquier manera», con tal de que no quedara ninguna evidencia de sus ejecuciones y de evitar que las cifras de homicidios ascendiera de manera desproporcionada en las zonas urbanas.

Además de los hornos crematorios, Telesur indicó que para acabar con quienes consideraban sus enemigos los paramilitares colombianos utilizaron también otras técnicas, como la de desmembrar a sus víctimas o la de arrojarlas a fosas comunes o a ríos.

Investigadores de la Universidad de Antioquia indicaron a Telesur que la existencia de hornos crematorios, tanto en el norte de Santander como en Antioquia, demuestran un intento de «industrializar la criminalidad». Agregaron que este tipo de actuación revela su carácter sistemático y selectivo, «lo que quiere decir que fue planificado, tanto que no hay que olvidar que los paramilitares tuvieron escuelas en donde prepara- ban a los combatientes en diversas actividades. Allí los convertían en máquinas de guerra».

La cuestión de los hornos crematorios era tan sólo un rumor en Medellín, porque pese a las denuncias no había datos que confirmaran su existencia. Según el testimonio de un ex paramilitar, entre diez y veinte personas eran llevadas a los hornos instalados en las afueras de esta ciudad cada semana. Sus cenizas eran después arrojadas al río.