Final del Tour 2010
Brillos dorados de fin de fiesta en París para Cavendish y Contador
Primero de paseo y después a la carrera, se agotaron los últimos kilómetros del Tour 2010. Alberto Contador pudo disfrutar al fin de una victoria más sufrida de lo que nadie esperaba, y Lance Armstrong pudo despedirse de la «grande bouclé» subiendo al podio. Pero, una vez más, fue el impresionante sprint de Mark Cavendish lo que con mayor fuerza brilló en los Campos Elíseos.
Arnaitz GORRITI
Después de mucha pelea, al fin pudo llegar el disfrute y la calma. El pelotón del Tour 2010 por fin llegó a París, donde además de repartir el simbólico «carné de ciclista», los profesionales pueden tomarse un respiro. En el camino, mucho calor, caídas, averías mecánicas, ataques y desfallecimientos. Lo mismo de cada año, pero con el añadido de que no hubo un patrón claro. Al final fue Alberto Contador quien se llevó el gato al agua, por tercera vez en lo que lleva de carrera, pero por su abierta sonrisa se puede adivinar que no le hizo menor ilusión que las dos anteriores.
Como tampoco le hizo menor ilusión a Mark Cavendish imponerse en los Campos Elíseos. El corredor británico, junto con el maillot amarillo de Contador, emitió unos refulgentes brillos dorados gracias a un sprint en el que pareció entrar en ignición. El corredor de Columbia sumó su quinta victoria parcial, su decimoquinto triunfo de etapa de estos tres años; un prodigio de la velocidad, inalcanzable para Petacchi -ganador a la postre del maillot verde de la regularidad-, Hushvod y demás.
Entre el mérito y la polémica
El presente Tour apagaba sus últimos rescoldos y con él, la polémica al respecto del fair play. Otro de los protagonistas no será sino la cadena de la bicicleta de Andy Schleck, cuya salida provocó el vuelco clasificatorio.
Campeones como Laurent Fignon, por ejemplo, tuercen el gesto al hablar de la victoria del pinteño. «Contador ha hecho un doble juego y ha utilizado mejor sus bazas, incluso ha manipulado a Schleck, al interponer sus relaciones de amistad tras su error mecánico en Port de Balés. Al rival no le puedes querer», opinaba el ganador en París en 1983 y 1984.
El quíntuple ganador del Tour Bernard Hinault se opuso a estas protestas. Para el caimán, «el pulso entre Contador y Schleck ha aportado una bonita imagen de este deporte. La batalla ha sido auténtica y cada uno ha jugados sus bazas para intentar derribar a su rival».
Sea como fuere, Contador ha sumado su tercer Tour, igualando a Philippe Thys -1913, 1914 y 1920-, Louison Bobet -1953, 1954 y 1955- y Greg Lemond -1986, 1989 y 1990-, amén de contar con un Giro y una Vuelta -ambos logrados en 2008-. Para el madrileño este triunfo ha supuesto «una liberación. Andy me lo ha puesto muy difícil y es un gran campeón. Tiene mentalidad ganadora y tengo claro que me lo pondrá muy difícil en los próximos años y que la rivalidad será muy fuerte. Ahora sí que me lo creo», confesó.
Pareció entrar en ignición, logrando dejar de rueda a los Pettacchi, Boason Hagen y compañía en el sprint de los Campos Elíseos. El corredor de Columbia sumó su quinta victoria parcial de este Tour, la decimoquinta en tres temporadas.
La victoria de Contador no ha llegado a silenciar la polémica de su triunfo sobre Andy Schleck. Laurent Fignon llega a acusar al pinteño de «manipular» al luxemburgués con su amistad. Hinault prefiere quedarse con el duelo por el amarillo.
Otro de los rostros que más atención atrajo en la jornada de ayer fue el de Lance Armstrong. El que fuera dominador absoluto de la ronda francesa pudo subir al podio para despedirse de su periplo por el Tour. El Radioshack consiguió adjudicarse la clasificación general por equipos, y así encontró el de Austin un adiós digno en su carrera preferida.
No obstante, tampoco hay que ocultar que este 2010 ha supuesto la mayor decepción para el ciclista texano en la ronda gala. Desde que tiranizara como nadie la grande bouclé entre 1999 y 2005, incluso en su regreso en 2009 pudo pisar el podio al acabar tercero en la general. Pero este año toda la mala suerte del mundo se cayó sobre sus espaldas: caídas, averías, desfallecimientos...
Aunque su segundo puesto en el Tour de Suiza y una buena prólogo despertaron la esperanza en muchos de sus seguidores, la etapa de Morzine supuso su obituario de cara a la general del Tour. A partir de ahí, Armstrong -todo el Radioshack, en realidad, con la excepción del buen final de Chris Horner, que le valió para entrar entre los diez primeros- se limitó a buscar escapadas, y tuvo su oportunidad camino de Pau, llegando a ser cabeza de carrera en el ascenso al Tourmalet. Demasiado poco para un profesional con tantos éxitos.
«Deportivamente no he corrido como me hubiera gustado. Pensé que estaba preparado, y comencé bien, pero luego pinché en el pavés, llegaron las caídas. En la primera de ellas no perdí tiempo, pero no me pude recuperar totalmente, y en la segunda ya recibí el golpe definitivo», admitiría un Armstrong mucho más «humano», lejos del arrogante armstrongauta que estableció el récord de Tours ganados con mano de hierro.
«No podía abandonar. Hubiera podido decir que me había caído dos veces y encontrar una docena de excusas que no me hubieran llevado a ningún sitio», señaló.
Un Armstrong que, en un último gesto, salió junto a sus compañeros del Radioshack con el maillot de su fundación y el dorsal 28, en referencia a los 28 millones de enfermos de cáncer, por lo que los jueces le solicitaron que se lo cambiara y se pusiera el dorsal.
La ovación final despidió a un ciclista que pasará de una vez a ser icono del Tour. A. G.