El Parlament de Catalunya ha tenido más protagonismo por un acto de civismo básico a partir de una propuesta popular que por mil decretos políticos o estatutarios. En el día que ciento y muchos viajeros de un avión pakistaní morían en accidente, la abolición de las corridas de toros a partir de 2012 en Catalunya ha abierto todos los noticiarios de todas las cadenas y se han dedicado horas a hablar del asunto de una manera tan excepcional que a estas alturas es inconcebible la repercusión que puede tener esta reñida votación que simplemente instaura el raciocinio, el sentido común y mira hacia el futuro sin esas reminiscencias ancestrales que simboliza la tortura y sacrificio de un bovino en un redondel de arena a la vista de miles de ávidos paisanos que vociferan, aplauden, jalean y vitorean los lances.

Ciertamente, a uno le entran muchas ganas de hablar de este asunto con mayor profusión, y está claro que la palabra prohibir es antiestética, pero consentir la tortura es tan fea o más. Pero lo que se puede destacar en primera instancia es que ha sido a partir de una iniciativa legislativa popular, avalada con ciento ochenta mil firmas, la aprobación para su tramitación y posteriormente su votación. Es decir, un proceso democrático impoluto. La abolición de las corridas de toros de lidia con consecuencia de muerte pública funciona desde hace más de siete años en Canarias, y no se montó entonces tanto ruido.

Lo bueno es que este acto democrático ha sido tomado por la caverna como un ultraje a la patria. Como decía un titular de prensa, «no son los toros, es España». Claro está, para algunos España es eso, sol, moscas, sangre coagulada, sufrimiento, puros, manolas, tricornios, charangas y heces de caballo. Curiosamente varios de los jueces del Tribunal Constitucional que perpetraron el fallo sobre el Estatut fueron vistos en una barrera de una plaza de toros, fumando sus puros. Son ésos, los del puro, los que simbolizan el retraso, la imposición, el legado franquista. Y no digan cultura con tanta frivolidad. Se ha demostrado que se puede acabar con este estigma carpetovetónico, de interés turístico, como mucho.