Amparo Lasheras | Periodista
Por si acaso...
En las conversaciones que mantenemos a diario, sin aseveraciones o diálogos profundos, el «por si acaso» es una expresión corriente, que no va más allá de abrir una hipótesis sobre lo que estamos hablando. Sitúa la advertencia fuera de la realidad posible y, a veces, sólo sirve para poner un poco de negatividad a la ilusión de un impulso o de un proyecto. Dicen que cuando se manipula el lenguaje se manipulan también las ideas. Y es verdad. En un uso malévolo, el por si acaso llama a la incertidumbre e impone un miedo inconsciente ante lo que pueda ocurrir. Despierta un deseo de garantizar la seguridad y, por lo tanto, tiende a justificar de forma sibilina la represión. El por si acaso subyace como una amenaza velada en gran parte de las leyes y las normas. Por si acaso, antes de que ocurra algo lo prohíbo, antes de que exista lo ilegalizo, antes de que actúes te detengo, antes de que pienses te desinformo. ¿La libertad crea problemas? entonces, por si acaso, la restrinjo. ¿La exigencia de derechos desestabiliza el chiringuito nacional? me fabrico una sentencia que lo evite. Y por si acaso el bienestar de los trabajadores no permite que los beneficios del capital se desborden... provoco una crisis y me invento una reforma laboral que anule sus derechos. Y si todo esto aún no basta, le digo a la patronal que nada de preocupaciones, que si acaso los beneficios no superan a los del trimestre anterior, podrán despedir a los trabajadores que quieran. Está claro que, hoy, el por si acaso, en cualquier idioma que se diga, incluido el euskera, es un vocablo de derechas.