Raimundo Fitero
Joyas
Aplaudamos la inagotable fuente de motivos para el cabreo, la crispación o el debate que nos proporciona Tele 5. Su cuenta de resultados es espléndida, ha ganado mucho en el primer semestre, mantiene cuotas de pantalla en todos los tramos horarios muy competitivas y es la referencia para un amplio sector social que tiene en sus programas alimentación espiritual, estética y motivos de conversación. Es un fenómeno a estudiar desde diversas ciencias, pero como debe renovar constantemente los focos de atención, nos acaba de poner en bandeja un programa que puede ser de éxito. Título: «Las joyas de la corona». Objetivo: Convertir a 12 jóvenes de diferente ascensión social en preparados individuos glamurosos, de buena oratoria, modales exquisitos y porte elegante. Instrumentos: la instrucción, la competencia, la participación de los televidentes.
El material con el que se realizan este tipo de programas se busca en el reparto, en la búsqueda de individuos de ambos sexos, que tengan alguna posibilidad de evolucionar, que tengan ambición y que el sentido del ridículo lo tengan amortizado por una conveniente disposición a renunciar a todo con tal de encontrar la fama, lo que se supone, lleva directamente al dinero fácil. La selección ha tenido que ser fácil, porque candidatos existen a patadas, por lo tanto la elección se habrá realizado por segmentos, para que, además de todo, puedan dar juego como reality, es decir que no solamente despierte interés la posible transformación en positivo, sino los conflictos que se puedan provocar durante el proceso.
Como siempre se evocan grandes conceptos para justificar este tipo de programas, My Fair Lady, por ejemplo, y probablemente, sea por esta costura por donde se apiñen los telespectadores, para ver cumplido algún sueño, para reafirmarse en la posibilidad de ascenso social. Cuando se contempla el equipo de presentadores, el tono general, entran dudas. Muchas dudas. Están jugando con unos ratoncitos para perpetuarse ellos mismos en su condición de superiores. Sabrán comer con cinco tenedores, pero nunca llegarán a ser admitidos en las mesas de los señores. El polvo del polígono se lleva bajo la piel.