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Graffiteros occidentales atraídos por la selva urbana de Asia

Lejos de Nueva York o París, los artistas occidentales del «street art», ataviados con numerosos botes de pintura y sprays, comparten muros en las megalópolis asiáticas como Yakarta, donde las pintadas, graffitis y stencils salen poco a poco de la clandestinidad.

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Jérôme RIVET

(AFP)

Pasada la medianoche, bajo un puente de la autopista en la oscura ciudad de Yakarta y aclamados por ocasionales transeúntes, Kongo y Lazoo Sonic trazan un largo mural en una «leprosa» pared. No temen a la Policía, porque las autoridades locales dieron luz verde a esta «experiencia artística».

Proceden de Estados Unidos y el Estado francés, donde estos artistas del graffiti son reconocidos y homenajeados. Allí venden sus pinturas y participan en las mayores manifestaciones de arte callejero.

«Esto nos sienta realmente bien para ampliar nuestros horizontes, para poder descubrir el boom del graffiti en Asia. Se palpa una loca energía, una gran necesidad de expresarse», exclamó Cyril Phan Kongo.

Después de exponer en Hong Kong y próximamente en Singapur, y participar en un festival en China, este artista de 41 años ha pasado varias semanas en Indonesia, con otros seis graffiteros franceses y americanos. No sólo han disfrutado de la oportunidad de vender sus pinturas, también han podido «hacer las paredes» con artistas locales.

«Fue un choque visual el llegar a Yakarta, una especie de enorme monstruo metropolitano, con gente en todas partes, día y noche. Es muy emocionante para nosotros», expresó Lazoo, artista francés con sede en Bagnolet, cerca de París. «Y, además, hay un montón de paredes podridas!», añadió.

Lazoo tuvo la ocasión de pintar junto al veterano estadounidense Sonic, conocido graffitero de Nueva York, donde se hizo famoso «decorando los vagones del metro» en la década de los ochenta. A sus 49 años, observa atento a los «artistas emergentes» de Asia, una nueva «descarada generación de graffiteros».

Con la excepción de Japón, los países asiáticos «han descubierto realmente el graffiti hace unos diez años, alrededor de treinta años más tarde que en los Estados Unidos y veinte años después que en Europa», dijo Hassan Suridh, coautor de «Graffiti Asia», un nuevo libro sobre la escena underground en siete países, desde Tailandia a Taiwán. A pesar de las claras influencias occidentales, el graffiti tiene «una dimensión menos polémica y rebelde en Asia y se centra más en la estética, la moda...», explicó Suridh.

A Darbotz, uno de los más conocidos graffiteros de Indonesia, se le abrieron las puertas en una agencia de publicidad. A los 28 años, para poder firmar las paredes, convive como en el juego del gato y el ratón con la Policía, pero también exhibe sus famosas pinturas de monstruos y pulpos en blanco y negro en las galerías de moda de Yakarta.

Entre los participantes también se encuentra el exitoso Nsane5, aclamado por sus «colegas» de Europa por su «golpe» cuando manipula un aerosol. «Comencé con el graffiti cuando tenía catorce años, alrededor del año 2000. Me basé en lo que veía en los diferentes sitios web, pero también en las tradiciones de Indonesia, como en las sombras del teatro de títeres y los motivos decorativos de los textiles batik», señaló.

Para él y para Kongo, el «street art» está ganando terreno debido a que es parte integrante de la nueva cultura «global», junto al hip hop y los videojuegos, que no conoce fronteras ni idiomas, y que «se adapta a cada propia cultura».

Sin embargo, hay que tener cuidado con las leyes, ya que, algunos países asiáticos castigan severamente los actos que llaman de «vandalismo». Es el caso de Olivier Fricker, un graffitero suizo de 32 años, quien fue condenado en Singapur el pasado mes de junio a cinco meses de prisión y a una paliza por dañar un vagón del metro.

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