Las imágenes del llamado Campeonato Mundial de Sauna celebrado en Heionola, a pocos kilómetros de Helsinki, en esa Finlandia tan exótica vista desde estos sudores, es como una crónica de la imbecilidad pura. Uno de los dos últimos concursantes, el ruso Vladimir Ladyschensk, muerto de colapso ante las cámaras, sacando espumarajos por la boca. El vencedor, un héroe local, el finlandés Timo Kaukonen, también acabó desmayado, trasladado al hospital de urgencias, pero sobreviviendo, para ganar su quinto campeonato seguido. La gracia del campeonato es aguantar en una cabina acristalada a temperaturas que van subiendo hasta llegar a los ciento diez grados centígrados de calor que fue en la que se produjo el fatal desenlace. Una barbaridad. Una locura. Una salvajada. Es llevar al límite al cuerpo humano con el único objetivo de ser el que más aguanta, un campeón mundial de sauna. Una majadería a la que se apuntaron ciento treinta y cinco hombres y mujeres de quince países diferentes. ¿Llegará a ser olímpico? Los médicos allí presentes ¿no tienen autoridad suficiente para detener el concurso antes de llegar a la muerte? Alguna responsabilidad tendrán por no actuar a tiempo.

De un poco más a la derecha mirando al mapa, nos llegan otras imágenes que nos provocan pánico, sensaciones muy extrañas. Moscú bajo una niebla densa fruto del humo proveniente de los incendios que rodean a la capital rusa. Incendios que, se insinúa de manera bastante insistente en que pueden ser provocados, que están causando graves problemas agravados por las altas temperaturas de agosto, y que han duplicado la tasa de mortandad. Parece otro tipo de sauna, en ocasiones con aires dantescos, donde se aparecen los ciudadanos con mascarillas, mientras las autoridades están recomendando que no se salga de casa si no es por obligación, nos sitúan ante otro de los suicidios colectivos, ante una negligencia dolosa, una actitud incomprensible como es provocar incendios para conseguir terrenos con los que especular, y de estos humos colegimos que la avaricia y la barbarie está globalizada, que en todos los lugares se emplean los mismos métodos para lograr los mismos fines.